Evangelio según San Marcos 6,45-52.

Después que los cinco mil hombres se saciaron, en seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud.
Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar.
Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra.
Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo.
Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar,
porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman".
Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor,
porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida.

Comentario del Evangelio

San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia
Cartas (“François de Sales, docteur de la confiance et de la paix”, H. Lemaire, Beauchesne, 1963); trad. sc©Evangelizo.org

Todas las naves tienen una brújula con una aguja marina, que gracias a un imán mira siempre hacia la estrella polar. Mismo si el barco va hacia el sur, la aguja de la brújula no deja de mirar a su norte.

Lo mismo (…), la fina punta del espíritu mira a su Dios, que es su norte. (…) Ustedes van a tomar el alta mar del mundo. No cambien por eso de brújula, ni de mástil, ni de vela, ni de ancla, ni de viento. Tengan siempre a Jesucristo por brújula y a su cruz por árbol, sobre la que extienden sus resoluciones como si fueran velas. Que su ancla sea una profunda confianza en Él y sepan acudir a la hora prevista. ¡Que para siempre el viento propicio de las inspiraciones celestes pueda inflar, más y más, las velas de su embarcación y los haga llegar felizmente al puerto de la santa eternidad! (…)

Todo lo que esté perturbado, se puede revertir, no sólo alrededor nuestro sino en nosotros. Es decir, que no importa que nuestra alma esté triste o alegre, sienta suavidad o amargura, esté en paz o turbada, iluminada o en tiniebla, en tentación o reposo, en gusto o disgusto, con sequedad o con ternura, que el sol la queme o el rocío la refresque. Siempre la punta de nuestro corazón, de nuestro espíritu, de nuestra voluntad superior -que es nuestra brújula- deben mirar sin cesar y tender perpetuamente hacia el amor de Dios.


    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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