Evangelio según San Mateo 2,13-15.19-23.

Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo".
José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto.
Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: Desde Egipto llamé a mi hijo.
Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto,
y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño".
José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel.
Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea,
donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: Será llamado Nazareno.

Comentario del Evangelio

San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo y doctor de la Iglesia
Meditaciones para la octava de la Epifanía, nº 3

Un ángel se apareció a José en sueños y le hizo saber que Herodes buscaba al Niño Jesús para matarle: «Levántate, le dijo, toma al niño y a su madre y huye a Egipto». Jesús, pues, justo recién nacido es perseguido a muerte... José obedeció al ángel inmediatamente e informó a su esposa. Tomó algunos enseres fáciles de llevar con la finalidad de seguir ejerciendo su oficio en Egipto y así tener con qué sustentar a su pobre familia. María, por su parte, reunió en un paquete pequeño las mantillas necesarias para su divino hijo; después, acercándose a la cuna en la cual descansaba el niño, se puso de rodillas, besó los pies de su querido hijo, y entre lágrimas de ternura le dijo: «¡Hijo mío y Dios mío, has venido al mundo para salvar a los hombres; apenas nacido éstos te buscan para hacerte morir!». Entonces le tomó en sus brazos, y mientras seguía llorando, los dos esposos, cerrando la puerta, tomaron el camino de noche... Mi amado Jesús, tú eres el rey del cielo, y ahora te veo como un fugitivo errante bajo los rasgos de un niño. ¿Qué buscas? Dímelo. Estoy emocionado y conmovido viendo tu pobreza y tu anonadamiento; pero lo que más profundamente me aflige es la negra ingratitud con la que eres tratado por los mismos que tú has venido a salvar. Lloras, y yo también lloro por haber sido uno de los que te han menospreciado y perseguido; pero quiero que sepas que ahora más prefiero tu gracia que todos los reinos del mundo.

Perdóname todos los ultrajes que te he hecho. En el viaje que hago desde esta vida hasta la eternidad permíteme llevarte en mi corazón, siguiendo el ejemplo de María que te llevó en sus brazos en el camino de huída a Egipto. Mi amado Redentor, a menudo te he echado fuera de mi alma, pero ahora tengo la confianza que eres tú quien has tomado posesión de ella. Te lo suplico: únela estrechamente a ti con las dulces cadenas de tu amor


    

Oración de la comunidad

Padre Nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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