No hay mejor soberano
El corazón de Jesús, reinando, busca el bien común temporal, eterno, y de cada persona. No hay mejor soberano.
El sacerdote es otro Cristo. En él vemos con los ojos de la fe al Señor que camina con nosotros en la historia. Necesitamos hombres que presten sus labios para hablarnos de ti, sus pies para recorrer todo el mundo predicando tu Evangelio, sus manos para bendecirnos, sus ojos para ver en ellos reflejada tu mirada de Padre amoroso. Oremos por los sacerdotes.
Los hombres y mujeres consagrados dejan todo para seguirte sólo a ti, Sumo Bien, en caridad perfecta. Ofrendan lo mejor de su afecto y de su amor a ti; te siguen, pobres, por el sendero del sacrificio. Grande es la generosidad de estas almas y grande es el don de la vida consagrada a la Iglesia. Oremos por ellos.
Los misioneros y misioneras, a veces en medio de la persecución y con riesgo de sus vidas predican tu Evangelio. Sufren soledad, fatigas, incomprensiones, y todo soportan con amor. Oremos por ellos.
Estamos seguros, Señor, de tu promesa: "Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6