Capacidad de asombro
Frente a muchas cosas hermosas de la vida algunos permanecen indiferentes, fríos, encerrados en sus pensamientos, masticando negatividad. Otros son capaces de dejar brotar el estupor, de maravillarse, de gozar con la belleza y de dar gracias a Dios. Recuerdo una narración de Mino D'Amato que es muy ilustrativa. Él cuenta que pasó una noche entera en un gran observatorio ruso, junto al director del telescopio, y que en un momento vio con ese telescopio que se acercaba una luz enorme que luego de detuvo en lo alto y lanzaba grandes círculos concéntricos. Él, conmovido, miró al director que permanecía inmutable, y le dijo que era un simple fenómeno natural que se produce en ciertas condiciones. Viendo su frialdad, él le preguntó si lo había visto muchas veces, pero el director le respondió: “Nunca, es la primera vez”. Sencillamente tenía una explicación para todo y era incapaz de admiración. A muchas personas les ocurre esto con el paso de los años. Van perdiendo la capacidad de asombro, ya nada les despierta gratitud. Les preocupa que se desgaste su cuerpo pero no advierten cómo se desgasta su mirada interior, su capacidad de gozar y de agradecer. La vida para ellos ya no es un regalo precioso, es algo normal, ya no es un prodigio sino un derecho adquirido. Pedile al Espíritu Santo que te devuelva esa capacidad de asombro que tenían tus ojos de niño, para que cada insecto, cada hoja, cada rayo de luz, cada persona buena, te parezcan un milagro cotidiano.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6