¡Vengan! ¡Adorémoslo!
¡Esta noche llega Navidad! Desde hace 25 días, avanzamos, guiados por la estrella, hacia el pesebre de Belén. La estrella se detuvo encima de un pobre establito y he aquí que los pastores entraron unos tras otros. Después del anuncio de los ángeles, los pastores «fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.» (Lc 2, 16). ¡Qué asombroso fue para ellos ver a aquel niñito acostado en un pesebre, entre un buey y un asno! Sin embargo, en la pobreza de aquel entorno, los pastores reconocieron al Niño Dios.
¿Y nosotros? ¿Estamos impacientes de ver a Jesús? ¿Esperamos con alegría la misa de Navidad? Nosotros, los asiduos de la Navidad que frecuentamos las iglesias, ¿todavía sabemos maravillarnos ante ese niñito tan frágil y tan apacible?
Si hubiéramos estado con aquellos pastores, si pudiéramos entrar en el Belén hoy, ¿qué quisiéramos decirle a Jesús? ¿Qué gesto haríamos para demostrarle que lo queremos?
Decía el Papa Pablo VI: «En Navidad Jesús viene a nosotros con los rasgos enternecedores de la infancia, para infundirnos una confianza ilimitada en su dulce inocencia, para despertar en nosotros al niño que fuimos y que, a su lado, podemos volver a ser.»
La historia del Belén puede parecernos muy lejos de nosotros: ¡aquellos pastores vivieron hace 2.000 años! Pero en la Eucaristía nosotros también podemos acercarnos físicamente a ese niñito. Se acerca la noche de Navidad, le pedimos a Dios la gracia de reconocerlo en ese pedazo de pan que es la Eucaristía. Cuando contemplamos a Dios en el Santísimo Sacramento, podemos imaginar los rayos que se dirigen hacia cada persona que Lo adora. Dios se encarnó para cada uno de nosotros: «Tú vales mucho a mis ojos y te amo.» En esta noche de Navidad, ¡él es el Príncipe de la Paz y la fuente de nuestra verdadera Alegría!
En esta noche de Navidad, les proponemos a ustedes que vengan con un poco de antelación a la misa de Navidad para tomarse un tiempo de oración y así vivir la misa en la Alegría navideña. Como los pastores alrededor del pesebre, acojamos al Niño Dios y volvamos a decirle que lo amamos.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6