Gracias María porque dijiste sí. ¡Gracias María por tu alegría! Gracias María porque nos has dado a tu Hijo. Tres días antes de la Navidad, entremos en la alegría de María y damos gracias por las obras grandes que Dios ha hecho por ella y por nosotros.

Al decirle sí al ángel Gabriel, María renuncia al porvenir que se le prometía con José: una vida «normal» en el pueblo, rodeada de hijos. Sin embargo, ella tenía el camino marcado: María decidió abandonarse a Dios yendo contra todos los códigos de su época. Ella no dijo sí porque sabía que todo iría bien; ¡dijo sí porque tenía profunda confianza en el enviado de Dios!

 

El Papa Francisco nos invitó a seguirla: «Cuántas veces pasa Jesús por nuestra vida y cuántas veces nos envía un ángel, y cuántas veces no nos damos cuenta, porque estamos muy ocupados, inmersos en nuestros pensamientos, en nuestros asuntos y, concretamente, en estos días, en nuestros preparativos de la Navidad, que no nos damos cuenta que Él pasa y llama a la puerta de nuestro corazón, pidiendo acogida, pidiendo un «sí», como el de María.»

 

Hoy, ¿qué «sí» puedo decir para abrirle un poco más al Niño Dios que llama a la puerta de mi corazón? ¿Sí para acoger al más pequeño? ¿Sí a la benevolencia? ¿Sí al perdón? ¿Sí a su Misericordia?

 

¡Seguramente has notado los frutos de tus «sí» pronunciados durante esos últimos 25 días! Con María, demos gracias a Dios mediante el Magníficat:

 

Miró con bondad la pequeñez de su servidora.

En adelante todas las generaciones me llamarán feliz,

porque el Todopoderoso he hecho en mí grandes cosas:

¡su Nombre es santo!