Vayamos, pues, a María con nuestros pobres panes y pececillos

Sábado 27 de julio de 2019


Pero hablando -como hablamos aquí- de sacrificio, no es leal ni noble querer probar que en esta consagración no hay pérdida ninguna: eso secaría de raíz el ofrecimiento, y le robaría su carácter de sacrificio, en que se funda su principal valor. Y, aquí, convendría recordar lo sucedido en otro tiempo con una muchedumbre de unos diez o doce mil hambrientos, que se hallaban en despoblado. Entre todos ellos, uno solo había traído algo de comer, y sus provisiones se reducían a cinco panes y dos peces. En cuanto se le rogó, se desprendió de ellas de muy buena gana. Se bendijeron los panes y los peces, se partieron, y se distribuyeron entre la multitud. Y todos, a pesar de ser tantos, comieron y se saciaron; entre ellos, el mismo que había proporcionado la cantidad original. Y aun sobraron doce cestos llenos hasta rebosar (Jn. 6, 1-14).
Ahora bien: supongamos que aquel joven, que se desprendió de sus provisiones, hubiera contestado: "¿Qué valen mis cinco panes y dos pececillos, para hartar a tan gran gentío? Además, los necesito para los míos, que también están aquí hambrientos. Así que no los puedo ceder". Mas no se portó así: dio lo poco que tenía, y resultó que tanto él como todos los de su familia allí presentes recibieron, en el milagroso banquete, más que lo que él había dado. Y, si hubiese querido reclamar los doce cestos llenos que sobraron -a los que, en cierto modo, tenía derecho-, seguro que se los hubieran dado.
Así se conducen siempre Jesús y María con el alma generosa que da cuanto tiene sin regatear ni escatimar nada. Multiplican y reparten la más pequeña dádiva hasta enriquecer con ella multitudes enteras; y las mismas intenciones y necesidades propias que parecía iban a quedar descuidadas, quedan satisfechas colmadamente y con creces; y por todas partes dejan señales de la generosidad divina.
Vayamos, pues, a María con nuestros pobres panes y pececillos; pongámoslos en sus manos, para que Jesús y Ella los multipliquen, y alimenten con ellos a tantos millones de almas como pasan hambre en el desierto de este mundo.
La consagración no exige ningún cambio en cuanto a la forma externa de nuestras oraciones y acciones diarias. Se puede seguir empleando el tiempo como antes, rogando por las mismas intenciones y por cualquier otra intención que sobrevenga. Sólo, en adelante, sométase todo a la voluntad de María.

Oración de la comunidad

Catena Legionis

Antífona: ¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Antífona: ¿Quién Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? V. Oh María, sin pecado concebida, R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Oremos Oh Señor Jesucristo, medianero nuestro delante del Padre, que constituiste a la santísima Virgen, tu Madre, madre nuestra y medianera ante de Ti, haz que cuantos a Ti acudieren para pedirte beneficios se gocen de haberlo conseguido todo por Ella. Amén.

¡Gracias! 30 personas oraron

"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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