El único camino recto y seguro es el del esfuerzo total
Domingo 14 de julio de 2019
Aquí no cabe medir el esfuerzo por la dificultad aparente de la empresa, según el juicio de cada cual; ni echar cuentas de esta manera: ¿qué es lo mínimo que tengo que dar para conseguir mi objetivo? Aún en los negocios temporales, este espíritu de regateo lleva fatalmente al fracaso; en los negocios sobrenaturales, el fracaso será igualmente fatal, y más pernicioso, porque ese espíritu mezquino no tendría ningún derecho a la gracia, de la que depende el feliz resultado. Además, no hay que fiarse de criterios humanos: muchas veces lo imposible, con un poco de empeño, se hace posible; y al revés: muchas veces no se llega a recoger la fruta que cuelga al alcance de la mano por no extender ésta, y luego viene otro y se la lleva. Quien vive haciendo cálculos en el orden espiritual descenderá a planos cada vez más mezquinos, y, al fin, se encontrará con las manos vacías. El único camino recto y seguro es el del esfuerzo total: la entrega del legionario, con toda su alma, a cada obra, grande o pequeña. Tal vez no haya necesidad de tanta energía para esa tarea determinada; es probable que baste un último detalle para dejar la obra perfecta; y, si no hubiera más miras que la perfección humana de esa obra, ciertamente no se exigiría más que ese ligero retoque requerido para terminarla; no sería menester -como dice Byron- levantar la maza de Hércules para aplastar una mariposa o para romperle los sesos a un mosquito. Pero no es así, cuando se trata de una obra legionaria.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6