Padre Pío,  la compasión inmensurable

Los puros verán a Dios. Pío cuando niño lo es de cuerpo y alma y permanecerá siéndolo.  Constante en la oración, a los cinco años ve a Jesús. Porque su alma es transparente. Dios mira  a través de sus ojos y lee en las almas. Del mundo entero la gente afluía para confesarse con él. Para que todo pecador arrepentido accediera a la gracia de su discernimiento, Dios le acuerda  el don de ubicuidad: enviado ahí donde la compasión lo llamaba, él va e intercede por las almas como por los cuerpos heridos. “La casa del Alivio del sufrimiento”, ese inmenso hospital italiano ultra moderno, es siempre obra suya, él que sufrió los estigmas por nuestra redención.