Te reconocí

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Te reconocí... 


un texto escrito por Elia, Comunidad Maria Madre de los Apostoles. 

Me encontraba vacía y necesitaba encontrar algo para llenar mi alma, mi vida y mi ser... 

Estaba hambrienta de ese algo, pero no identificaba lo que podía ser, buscaba a mi alrededor y no lo  encontraba, por lo que me fui a buscarlo sin saber a dónde, ni el qué.

Un día iba por un sendero cansada de tanto andar, estaba llena de polvo, sudorosa, sedienta..., me encontré con alguien en el camino, me ofreció agua y algo para comer, me limpió el sudor de mi frente, hizo un lecho entre las hierbas, allí me recostó para aliviar mi cansancio y así poder seguir con mi ruta después.

Gracias a este caminante, pude sobrevivir... el calor, la sed, el cansancio, estaban haciendo mella en mí, y pensaba en abandonar esta búsqueda, pues me estaba resultando muy ardua y mi cuerpo parecía que no lo iba a resistir.
Tenía tan vacía mi alma, que necesitaba llenarla, ¿pero de qué?, y levantándome comencé a caminar otra vez.

Noté que algo había cambiado en mí, quizás ese caminante me había enseñado lo que buscaba, esta idea comenzó a revolotear dentro de mí y entonces comprendí, yo me encontré contigo, Jesús, y después de haberte ido fue cuando yo te reconocí, había algo en tí que me deleitó, esa ternura que irradiabas, ese amor y esa paz que me transmitiste, los cuidados que me diste, no tuve duda de que eras Tú lo que yo buscaba, eras a quien necesitaba para llenar de amor mi alma, mi vida, mi ser...

A veces pienso si te habrás olvidado de esa persona tan insignificante, que un día te encontraste y la ayudaste para que siguiera buscando algo para llenar su alma y su ser, ese algo que no sabía que era, hasta que en el camino te encontró y fue cuando descubrió que lo que buscaba era amor, amor para su alma y esa fuente de amor, solo puedes ser Tú, Jesús.


Oración de la comunidad

Maria Madre de los Apóstoles

Juan 19, 25-27 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás y María Magdalena. Jesús, al ver a su madre, y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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