Día 6 - Julio 2, 2019: Madre, Perpetuo Socorro de la humanidad.

Oración para todos los días 

¡Oh, qué consuelo, qué dulzura, qué confianza, qué ternura siente todo mi ser con sólo repetir tu nombre y pensar en ti, Madre Mía! 

María dulcísima, María de los pequeños y olvidados, haz que tu nombre sea de hoy en adelante el aliento de mi vida. Cada vez que te llame, Madre mía, apresúrate a socorrerme, pues, en todas mi tentaciones, y en todas mis necesidades propongo no dejar de invocarte diciendo y repitiendo: ¡María, María, Madre Mía!

Bendigo y doy gracias a Dios que te ha dado para nuestro bien ese nombre tan dulce, tan amable y bello. ¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! concédeme la gracia de que pueda siempre invocar tu bellísimo nombre ya que él es el Socorro del que vive y Esperanza del que muere, 

¡Amén!


Oración para el Día Sexto

La vida del cristiano sobre la tierra es una lucha constante. Rodeados estamos de enemigos por doquiera; de enemigos de todas clases, que se conjuran contra nosotros, maquinando nuestra perdición y ruina; ¿quién nos defenderá en medio de tantos peligros? La que continuamente vela por sus hijos: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, que por si sola es mas fuerte y poderosa que un ejército en batalla; la que es torre de David, fortaleza inexpugnable, de la cual penden mil escudos, armadura de los fuertes, y al mismo tiempo Madre nuestra; Madre tan tierna y amorosa, que desea más intensamente  concedernos su socorro, que nosotros alcanzarlo. 


Meditación del Sexto día - 2 de julio

¡Madre del Perpetuo Socorro, Perpetuo Socorro de la humanidad!

Tu Santa Imagen, oh Madre del Perpetuo Socorro nos cuenta que eres de verdad lo que Tu Nombre consolador encierra: Perpetuo Socorro de todos los hombres, y por tanto, Perpetuo Socorro mío…

¡Eres Perpetuo Socorro para la humanidad!

Eva, dice San Bernardo, fue la maldición para todos sus hijos. Desde aquel día aciago, todos los hombres arrastraban desde la cuna, la cadena de la maldición Divina. Pero, Tú Madre mía, has sido nuestra bendición… Todos al nacer levantamos los ojos a Ti y vemos en Ti a la Madre valiente y poderosa, que ha de aplastar la cabeza de la infernal serpiente, que quiere inocularnos el veneno de la culpa y de la muerte.

Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos… 

Todos los días, desde el primer día del mundo, sale el sol y sus rayos espléndidos comunican al mundo la fecundidad, la belleza y la vida… No hay nadie que escape a Tu Luz bienhechora… Desde que Tú, ¡oh Madre mía!, fuiste predestinada para ser Madre de Dios y Madre nuestra, Tus Manos benditas han dejado caer sobre el mundo las lluvia de las gracias Divinas… Y se apagará el sol en el alto Cielo, y aún seguirás Tú derramando sobre todos los predestinados las alegrías de la gloria de Dios.

Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida… 

El niño te envía besos de amor; el joven te cuenta sus luchas; el hombre de edad madura te consulta sus empresas; las familias crecen, viven y rezan ante tus Plantas; y los ancianos entran confiados a la eternidad, cuando al morir han podido dirigirte una última mirada.

Eres Perpetuo Socorro en todas las penas. 

Cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor… cuando la conciencia se agita entre las sombras de los remordimientos… cuando la tristeza se mete en el alma y clava sus garras despiadadas… cuando falta el pan y cuando huye la paz… cuando la familia nos abandona y el mundo nos persigue… cuando parece que todas las criaturas se alienan contra nosotros, y cuando el infierno mismo nos rodea con sus olas de fuego… aún entonces hay un lugar en el mundo donde estamos seguros, donde podemos cantar y bendecir a Dios: Tu Corazón, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!

Por eso a Ti acudo, y te llamo y te invoco; te llamaré y te invocaré hasta que al fin oigas mi angustiosa voz, porque sólo Tú me puedes salvar de este apurado trance… 

Adoro y respeto la Voluntad Divina, pero confío en Ti… Si es necesario que venga mil veces a Tus Pies, aquí acudire. 

Para gloria de Tu Santísima Advocación, ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! que llena el mundo, y que a tantos tristes has consolado, que a tantos enfermos has curado, que a tantos huérfanos has recogido, que a tantas víctimas has glorificado, mírame y sálvame.


Meditemos recitando:

- tres (3) « Avemarías » en honor de la Virgen

- dos (2) « Glorias » en honor de San Alfonso María de Ligorio


Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ¡ruega por mí!

Adorado San Alfonso, inspírame el recurrir a María ¡en todas mis necesidades!


Oración Final

¡Oh Salvador mío, Jesucristo! Al contemplarte en brazos de tu Madre, veo que en medio de tu santo temor te proteges en su regazo y me invitas a imitarte, recurriendo yo también a quien es también mi Perpetuo Socorro. Quiero, pues, entregarme a Ella sin restricción alguna. 

¡Oh María! Dios ha querido honrarte, proporcionando al culto de tu imagen su virtud milagrosa. 

¡Oh! Madre del Perpetuo Socorro, me gusta venir y orar ante tu imagen milagrosa! Tu imagen despierta en mí los más esperanzadores sentimientos de filial confianza hacia ti.

Tu tienes en tus brazos a Jesús, mi Dios y Salvador. Él es el Todopoderoso, el dueño absoluto de la vida y la muerte, el Dador Soberano de todo bien y toda gracia. Y tú, que eres Su Madre, tienes todo el derecho a pedirle y ser escuchada. Bien sabemos que aunque somos pecadores por tu intercesión Jesús no nos niega nada.

Transmíteme ¡oh, Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en tu infinita y poderosa bondad

¡Amén!



¡Oh Señora Nuestra, Madre del Perpetuo Socorro! Si he tenido la desgracia de pecar, yo mismo he sido el autor de esta desgracia. ¡Ah! Si yo te hubiera invocado, tú hubieras acudido en mi socorro y yo no hubiera caído. Haz, Madre mía, que en la hora del peligro me acuerde de Tí y te invoque diciendo: ¡Madre mía, socorreme! Así saldré victoriosamente.



Oración de la comunidad

Madre del Perpetuo Socorro

¡Santísima Virgen María, que para inspirarme confianza quisiste llamarte Madre del Perpetuo Socorro! Te suplico me socorras en todo tiempo y en todo lugar; en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concédeme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Tí; porque estoy cierto de que, si soy fiel en invocarte, Tú seras fiel en socorrerme. Alcanzame, pues, la gracia de acudir a Ti sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de obtener tu Perpetuo Socorro y la perseverancia final. Bendíceme y ruega por mí ahora y en la hora de mi muerte. ¡Así sea! ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Ruega a Jesús por mí, y salvame. ¡Amén!

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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2019 - Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

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