Una auténtica devoción a María obliga al apostolado
Martes 25 de junio de 2019
En otra parte de este Manual hemos subrayado que, cuando se trata de Cristo, no podemos andar escogiendo de Él sólo lo que nos agrade: no podemos aceptar al Cristo de la gloria sin aceptar también en nuestras vidas al Cristo del dolor y de la persecución; porque hay un solo Cristo, que no puede ser dividido. Tenemos que tomarlo tal como es. Si vamos a Él en busca de paz y felicidad, puede ser que nos encontremos clavados en la cruz. Los polos opuestos están unidos y no pueden ser separados: no hay palma sin pena, no hay corona sin espinas, no hay mieles sin hieles, no hay gloria sin cruz. Buscamos lo uno, y nos encontramos también con lo otro.
Y la misma ley se aplica a nuestra Señora. Tampoco podemos dividirla y escoger la parte que nos halague. No podemos participar en sus alegrías sin que nuestros corazones se sientan al poco tiempo traspasados por sus dolores.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6