El legionario, para volver los ojos a María, tiene que apartarlos de sí mismo
Viernes 21 de junio de 2019
Veamos cómo es esto. El legionario, para volver los ojos a María, necesariamente tiene que apartarlos de sí mismo; María toma por su cuenta ese cambio y le da un valor nuevo más alto: lo transforma en muerte del yo pecador, condición dura, pero necesaria, de la vida cristiana (Jn. 12, 24-25). El talón de la Virgen humilde quebranta la serpiente del mal en sus múltiples cabezas:
a) la vana exaltación. Si a María, tan rica en perfecciones -hasta el punto de ser llamada por la Iglesia Espejo de Justicia- y dotada de tan ilimitado poder en el reino de la gracia, la vemos postrada de rodillas como simple esclava del Señor, ésta y no otra deberá ser la actitud de su legionario;
b) el buscarse a sí mismo. Habiéndose entregado a sí mismo y todos sus bienes -espirituales y temporales- en manos de María, para que de todo disponga Ella, el legionario deberá continuar sirviéndola con el mismo espíritu de generosidad;
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6