Apóstol de los pobres

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Apóstol de los pobres y luminoso mensajero del amor de Dios, Mons. Lawrence Puliyanath nació el 8 de agosto de 1898, hijo de María y Peter en Mundamveli, diócesis de Cochín, la cuna del catolicismo en la India, en el Estado de Kerala. En el Seminario Pontificio de Kandy en Ceilán (Sri Lanka) obtuvo el doctorado tanto en Filosofía como en Teología. Fue ordenado sacerdote el 3 de octubre de 1926.


Se convirtió en el párroco de la Iglesia de San Lorenzo en Edakochi, una de las localidades más antiguas del sur de Kochi (como pasó a llamarse Cochín) en la India, cuya población vivía de la pesca y otros trabajos tradicionales. La pobreza era rampante; los niños más pobres no podían asistir a la escuela y los que tenían oportunidad la abandonaban después de estar solo un año.


Mons. Lawrence se dio cuenta de que su misión era llegar a los pobres: vivió una vida ordinaria con un amor extraordinario por los pobres y los oprimidos, no solo de su parroquia sino en cualquier parte que los encontrara, absolutamente convencido de que el mayor tesoro de la Iglesia eran los pobres y se entregó a ellos hasta el punto de que la gente de Edakochi llamaba a Mons. Puliyanath “el sacerdote en acción”.


Mons. Lawrence Puliyanath fue un hombre profético, adelantado a su tiempo, y así, para la Iglesia india, especialmente para la diócesis de Cochín, fue un precursor de la declaración conciliar Nostra Aetate, buscando de demostrar en lo concreto la necesidad de unidad, amor y paz allí donde personas de religiones distintas entraban en conflicto. Fue un sacerdote comprometido, un guía inteligente y una figura popular entre la gente: los fieles de otras religiones, a través de monseñor Puliyanath, experimentaron el amor de Cristo y aún hoy son prueba de ello las muchas personas que, a pesar de no ser católicas, rezan cerca de su tumba y participar en la liturgia católica. Su vida y su acción pastoral generaron cooperación y amor entre personas de diferentes castas y confesiones: su misión era encontrar un terreno común basado en el diálogo y la colaboración con los fieles de otras religiones. El Papa Pío XII le otorgó el título de “Prelado doméstico” en marzo de 1951, honrando su servicio desinteresado a la Iglesia y a la sociedad. Mons. Lawrence Puliyanath rechazó su nombramiento como obispo de la diócesis de Cochín, eligiendo servir a la humanidad sin ningún cargo oficial. Su fe en Dios, grande y fuerte, fue la fuente de inspiración que lo llevó a adoptar las decisiones correctas incluso en tiempos difíciles y fue un consejero escuchado tanto por obispos y sacerdotes como por los pobres. Se oponía con firmeza a cualquier discriminación basada en la casta, el color de la piel, el credo o la cultura, y siempre prestaba la máxima atención a la dignidad humana, en consonancia con las enseñanzas de la Iglesia católica. Mons. Lawrence Puliyanath, firmemente arraigado en la fe, extendió el amor de Jesús a todos los hombres con los que se encontró: su fervor revolucionario por la educación de los pobres todavía es recordado por muchos que han experimentado su amor. En todas las circunstancias, superó los problemas físicos y espirituales confiando en la Providencia de Dios sin apartarse nunca de su amor por Jesús y por los pobres por quienes, ya enfermo, ofrecía su sufrimiento a Dios. Mons. Lawrence Puliyanath concluyó su vida terrena el 20 de febrero de 1961 y su tumba en Edakochi, en la Parroquia de San Lorenzo, sigue siendo todavía hoy un destino de peregrinación para miles de personas. Amar a los que no son amados, especialmente a los pobres y a los enfermos, fue un sello distintivo de su ministerio. Hoy, la parroquia se ha transformado en un “Centro de peregrinación”: como tributo a monseñor Puliyanath, miles de velas arden, cerca de su tumba, durante todas las horas del día y de la noche.

Oración de la comunidad

Oración de intercesión por los misioneros

Señor, que has querido que tu Iglesia sea sacramento universal de salvación para todos los hombres, escucha bondadoso las súplicas que te dirigimos por los misioneros: sacerdotes, religiosos y laicos. Ya que te dignas concedernos la gracia de cooperar en la santificación de tu Iglesia, acepta nuestro deseo de hacerte amar y conocer, por el que te ofrecemos nuestra oración, amor y sacrificio, Para que por los méritos de tu Hijo Jesucristo bendigas a los misioneros, guardándolos de todo peligro, haciéndoles sentir tu presencia en sus trabajos y preocupaciones, haciendo de ellos unos apóstoles que emulen el fervor misionero de San Francisco Javier y Santa Teresa del Niño Jesús, co-patronos de las misiones. María, Madre de la Iglesia, Estrella de la evangelización y Reina de las Misiones, acompaña a los misioneros en su entrega y concédeles el don de la perseverancia en su compromiso de dar a conocer a Jesucristo, nuestro Salvador y compartir el evangelio con quienes no lo conocen. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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