Santos mártires de Uganda

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Un grupo de veintidós sirvientes, pajes y funcionarios del soberano de Buganda, en la actual Uganda, convertidos al catolicismo por los misioneros de África del cardenal Charles Lavigerie, fueron asesinados por ser cristianos durante el reinado de Mwanga II (1884-1903), entre el 15 de noviembre de 1885 y el 27 de enero de 1887. Estos son los mártires ugandeses que Benedicto XV declaró beatos el 6 de junio de 1920 y Pablo VI canonizó el 8 de octubre de 1964. De los 22, trece fueron quemados vivos, mientras que los nueve restantes fueron asesinados con varios tipos de tortura. Se trata de Carlos Lwanga, Mbaga Tuzindé, Bruno Seron Kuma, Jacobo Buzabaliao, Kizito, Ambrosio Kibuka, Mgagga, Gyavira, Aquiles Kiwanuka, Adolfo Mukasa Ludigo, Mukasa Kiriwanu, Anatolio Kiriggwajjo, Lucas Banabakintu, Matías Kalemba Murumba, Atanasio Badzekuketta, Ponciano Ngondwé, Gonzaga Gonza, Andres Kagwa, Noé Mawgalli, José Mkasa Balikuddembé, Juan María Muzéi (Iamari), Dionisio Sebugwao.


Carlos Lwanga, nacido en la ciudad de Bulimu y bautizado el 15 de noviembre de 1885, es el más famoso del grupo, al punto que en 1969 Pablo VI eligió el lugar de su martirio para dedicar a los 22 mártires el gran santuario de Namugongo. Carlos atrajo la admiración y la benevolencia de todos por sus grandes dotes espirituales. Puesto a la cabeza de los jóvenes del palacio real, fortaleció en ellos el compromiso de preservar la fe y la castidad, rechazando las tentaciones del soberano. Encarcelado, también animó abiertamente a los catecúmenos a perseverar en el amor por la religión, yendo al lugar del suplicio con una fortaleza de ánimo admirable, a la edad de veinte años.


Mbaga Tuzindé, joven de la corte real, todavía era un catecúmeno cuando estalló la persecución. Fue bautizado por Carlos Lwanga poco antes de ser enviado a la muerte junto a él.


Bruno Seron Kuma, nacido en la aldea de Mbalé y bautizado el 15 de noviembre de 1885, fue acogido entre los jóvenes cristianos que sirvieron en la corte. Sufrió el martirio a los veintiséis años.


Jacobo Buzabaliao, bautizado el 15 de noviembre de 1885, se distinguió por su extraordinario ardor religioso, haciendo todos los esfuerzos posibles por convencer y alentar a su prójimo, incluido el mismo Mwanga, que aún no había subido al trono paternal, para que abrazara la fe de Cristo.


Kizito, alma inocente, era el más joven del grupo en sufrir martirio a la edad de trece años. Era hijo de uno de los más altos dignatarios del reino y brillaba con pureza y fortaleza de espíritu. Poco antes de ser arrojado a la cárcel, fue bautizado por Carlos Lwanga.


Ambrosio Kibuka, bautizado el 17 de noviembre de 1885 y también un joven de la corte real, mantuvo su fe firme y ardiente hasta su terrible muerte, que afrontó en nombre de Cristo a la edad de veintidós años.


Mgagga, catecúmeno, fue encarcelado por declararse cristiano. Antes de ser asesinado, recibió el bautismo de Carlos Lwanga.


Gyavira, catecúmeno, fue condenado a muerte por Mwanga tras haber hecho profesión de fe. Carlos Lwanga lo bautizó la noche anterior al suplicio.


Aquiles Kiwanuka, nacido en Mitiyana y joven de la corte real, fue bautizado el 17 de noviembre de 1885. Avanzó con valentía hacia el suplicio tras haber declarado sin temor su fe cristiana ante el rey. Tenía 17 años de edad.


Adolfo Mukasa Ludigo, recibido el bautismo el 17 de noviembre de 1885, observó de manera santa y profesó con firmeza la fe católica hasta su muerte, que afrontó en nombre de Cristo a la edad de veinticinco años.


Mukasa Kiriwanu, joven de la corte real, mientras los verdugos conducían a Carlos Lwanga y a sus compañeros a la colina de Namugongo, respondió que sí a la pregunta de si él también era cristiano y fue llevado al suplicio junto a los demás.


Anatolio Kiriggwajjo, bautizado el 17 de noviembre de 1885, observó con gran firmeza de espíritu los preceptos de la vida cristiana, hasta el punto de rechazar sin vacilación un puesto que le había ofrecido el rey, pensando que dicho caro podría de alguna manera perjudicar su salvación eterna.


Lucas Banabakintu, el 28 de mayo de 1882, tras haber recibido el bautismo y la confirmación, se acercó por primera vez la sagrada celebración eucarística: desde entonces se presentó ante todos como un ejemplo de integridad de costumbres y observancia de los preceptos.


Matías Kalemba Murumba tenía cincuenta años cuando recibió el martirio. Elegido para ejercer el cargo de juez, renunció al mismo tras su bautismo el 28 de mayo de 1882, por temor a dañar a su prójimo al emitir sentencias. Dotado de gran modestia y dulzura de espíritu, era tan ferviente en su celo apostólico que no solo educó a sus hijos a vivir santamente, sino que trató de enseñar la doctrina cristiana a todos los que pudo.


Atanasio Badzekuketta, elegido entre los jóvenes al servicio en el palacio real y bautizado el 17 de noviembre de 1885, seguía con gran devoción los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Sufrió el martirio el 26 de mayo de 1886, a los dieciocho años de edad.


Ponciano Ngondwé fue encarcelado junto a los demás miembros del grupo después de recibir el bautismo el 18 de noviembre de 1885. Sentenciado a muerte, sufrió el martirio el 26 de mayo de 1886.


Gonzaga Gonza, joven de la corte bautizado el 17 de noviembre de 1885, asumió con devoción sus obligaciones religiosas y se distinguió especialmente por la virtud de la caridad. Fue martirizado a la edad de dieciocho años, el 27 de mayo de 1886.


Andrea Kagwa, querido por todos por sus grandes cualidades de espíritu, no solo enseñó la doctrina cristiana a quienes se le acercaron, sino que se prodigó con extraordinaria caridad en favor de los enfermos con motivo de una epidemia de peste que se había extendido en la región. Acercó a Cristo a muchísimos enfermos, los roció con agua bautismal y sepultó a los difuntos. El 26 de mayo de 1886, a la edad de treinta años, el venerable siervo de Dios sufrió el martirio y alcanzó la gloria celestial.


Noé Mawgalli brilló por sus virtudes cristianas. Bautizado el 1 de noviembre de 1885, murió a la edad de treinta años el 31 de mayo de 1886, golpeado por la lanza de los asesinos a quienes el rey Mwanga había ordenado destruir las casas de los cristianos.


José Mkasa Balikuddembé gozó inicialmente de la confianza del rey Mwanga. Habiendo recibido el bautismo y la confirmación, tomó la Santa Comunión por primera vez el 30 de abril de 1882, que frecuentó en delante de manera habitual. Con la dulzura de espíritu, la caridad y la devoción que lo caracterizaban, supo acercar a muchos jóvenes de la corte real a Cristo, empujándolos a ellos y a otros cortesanos, con consejos y exhortaciones, a que no cedieran a los deseos libidinosos del soberano. Fue martirizado a la edad de veintiséis años, el 15 de noviembre de 1885.


Juan María Muzéi (Iamari) tenía un aspecto de tal gravedad que fue honrado con el nombre de Muzéi, es decir “anciano”. Insigne también por prudencia, caridad, dulzura de espíritu, generosidad hacia los pobres y solicitud hacia los enfermos, dedicó sus propios bienes y su determinación en redimir a prisioneros, que luego instruía en la fe cristiana. Se dice que aprendió toda la doctrina del catecumenado en un solo día. Bautizado el 1 de noviembre de 1885 y ungido con el crisma sagrado el 3 de junio del año siguiente, sufrió el martirio el 27 de enero de 1887.


Dionisio Sebugwao, nacido en el pueblo de Bunono y joven de la corte real, recibió el bautismo el 17 de noviembre de 1885, distinguiéndose por la integridad de sus costumbres. Murió mártir a los quince años, el 26 de mayo de 1886.

ORACIÓN

Por la intercesión de los santos mártires que entregaron libremente su vida como testimonio de la fe,
concédenos, Señor, la verdadera libertad de espíritu.

Por la intercesión de los santos mártires que proclamaron la fe hasta derramar su sangre,
concédenos, Señor, la integridad y constancia de la fe.

Por la intercesión de los santos mártires que soportando la cruz siguieron tus pasos,
concédenos, Señor, soportar con generosidad las contrariedades de la vida.

Por la intercesión de los santos mártires que blanquearon su manto en la sangre del Cordero,
concédenos, Señor, vencer las obras del mundo y de la carne. Amén.


Oración de la comunidad

Oración de intercesión por los misioneros

Señor, que has querido que tu Iglesia sea sacramento universal de salvación para todos los hombres, escucha bondadoso las súplicas que te dirigimos por los misioneros: sacerdotes, religiosos y laicos. Ya que te dignas concedernos la gracia de cooperar en la santificación de tu Iglesia, acepta nuestro deseo de hacerte amar y conocer, por el que te ofrecemos nuestra oración, amor y sacrificio, Para que por los méritos de tu Hijo Jesucristo bendigas a los misioneros, guardándolos de todo peligro, haciéndoles sentir tu presencia en sus trabajos y preocupaciones, haciendo de ellos unos apóstoles que emulen el fervor misionero de San Francisco Javier y Santa Teresa del Niño Jesús, co-patronos de las misiones. María, Madre de la Iglesia, Estrella de la evangelización y Reina de las Misiones, acompaña a los misioneros en su entrega y concédeles el don de la perseverancia en su compromiso de dar a conocer a Jesucristo, nuestro Salvador y compartir el evangelio con quienes no lo conocen. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

¡Gracias! 15 personas oraron

"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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