De María aprenderá el legionario la esencia de la verdadera humildad

Jueves 13 de junio de 2019


Mas, ¿cómo pudo ser María dechado perfectísimo de humildad, si estaba enriquecida -y Ella era consciente- de un cúmulo de perfecciones del todo inconmensurables, rayano en lo infinito? Cierto. Pero era humildísima porque, al mismo tiempo, se veía también redimida, y más enteramente que todos los demás hijos de Adán; y jamás perdía de vista que sólo debido a los méritos de su Hijo estaba Ella adornada de tantas gracias y dones. Su inteligencia sin igual -iluminada por la luz de lo alto- percibía con claridad meridiana que, habiendo recibido de Dios más que nadie, más que nadie era deudora a la divina generosidad, y una actitud fina y exquisita de agradecimiento y de humildad brotaba en Ella de modo espontáneo y permanente.

 De María, pues, aprenderá el legionario que la esencia de la verdadera humildad consiste en ver y reconocer, con toda sencillez, lo que realmente es uno delante de Dios; en entender que uno, por sí mismo, no tiene como propio suyo más que el pecado, y que todo lo demás es don gratuito de Dios, el cual puede aumentar, disminuir o retirar sus dones con la misma libertad con que los otorgó. La convicción de nuestra absoluta dependencia de Dios se evidenciará en una predilección marcada por los oficios humildes y poco buscados, en una disposición de ánimo pronta a sufrir el menosprecio y las contrariedades; en resumidas cuentas: adoptaremos hacia cualquier manifestación de la voluntad divina una actitud que refleje la de María, y que Ella misma expresó en estos términos: He aquí la esclava del Señor (Lc. 1, 38).

Oración de la comunidad

Catena Legionis

Antífona: ¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo; dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos, y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres en favor de Abraham y su descendencia por siempre. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. Antífona: ¿Quién Esta que va subiendo cual aurora naciente, bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? V. Oh María, sin pecado concebida, R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti. Oremos Oh Señor Jesucristo, medianero nuestro delante del Padre, que constituiste a la santísima Virgen, tu Madre, madre nuestra y medianera ante de Ti, haz que cuantos a Ti acudieren para pedirte beneficios se gocen de haberlo conseguido todo por Ella. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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