Meditar seriamente en esta devoción, y practicarla con celo, es un deber sagrado
Jueves 06 de junio de 2019
La Legión vive para manifestar a María al mundo, como medio infalible de conquistar el mundo para Jesucristo. Un legionario que no tuviere a María en su corazón, en nada contribuirá al logro de este fin. Estará divorciado de toda aspiración legionaria; será un soldado sin armas, un eslabón roto en la cadena, o -mejor dicho- un brazo paralizado: unido, si, materialmente al cuerpo, pero inutilizado para todo trabajo.
Un ejército -y la Legión lo es- pone todo su empeño en unir a los soldados con su caudillo tan estrechamente que ejecuten pronta y concertadamente sus planes, obrando todos como un solo hombre. Para esto sirven tantos y tan complejos ejercicios militares. Además, en un ejército tiene que haber -y de hecho así ha sido en los más célebres de la historia- una adhesión apasionada al jefe, que intensifique la unión de los soldados con él y haga fáciles los mayores sacrificios impuestos por el plan de campaña. Del caudillo se puede decir que es el alma y la vida de sus subordinados; que éstos le llevan en el corazón; que son una misma cosa con él etc.: frases todas que revelan la eficacia del mando. Pues bien: si estas frases son expresivas de lo que sucede en los ejércitos terrenales, más propiamente deberían aplicarse a los legionarios de María, porque, si eso otro es fruto del patriotismo o de la disciplina militar, la unión entre todo cristiano y María, su Madre, es incomparablemente más estrecha y verdadera.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6