Santos, beatos, mártires, evangelizadores de ayer y de hoy.

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Aquellos que en diversas épocas han sido las manos y los pies de Dios, llevando el Evangelio a todos los continentes: corazones y mentes, vidas y acciones del pasado para un anuncio que es el mismo ayer, hoy y siempre: Cristo.

Primer testimonio: Cardenal Kim Sou-Whan (1922-2009)

El cardenal Kim Sou-hwan nació el 8 de mayo de 1922 en Daegu, Corea, en una devota familia católica. Su abuelo sufrió el martirio muriendo de hambre en la cárcel por su fe, mientras que sus padres, Kim Young-seok (José) y Seo Jung-ha (Martina), transmitieron la fe a sus hijos, cultivando la esperanza de que uno de ellos se consagrara a Dios. Kim Sou-hwan y su hermano, Dong-hwan, pudieron dedicarse a sus estudios y convertirse en sacerdotes, gracias a los sacrificios de su madre. En 1944, Kim Sou-hwan, a punto de diplomarse, fue reclutado a la fuerza como estudiante-soldado por el gobierno imperial japonés. Tras el fin de la guerra, Kim Sou-hwan volvió a sus estudios y, a principios de 1947, fue trasladado a lo que hoy es la Escuela de Teología de la Universidad Católica de Corea. El 15 de septiembre de 1951, en Daegu, era ordenado sacerdote en la Iglesia Catedral de Gyesan-dong.


El padre Kim Sou-hwan comenzó su primer ministerio pastoral como párroco en Andong y, en abril de 1953, se convirtió en secretario del obispo diocesano de Daegu, monseñor Juan Bautista Choi Deok-hong. En julio de 1956, marchó para estudiar a la Universidad de Münster, Alemania, donde se especializó en Teología y Sociología. En 1964, volvió a Corea y fue nombrado presidente del Catholic Times. El 15 de febrero de 1966, el padre Kim Sou-hwan, a la edad de 44 años, fue consagrado obispo, el primer obispo diocesano de la diócesis de Masan: su lema pastoral fue “por vosotros y para muchos” (pro vobis et pro multis).


Como primer obispo diocesano, monseñor Kim Sou-hwan trató de formar su diócesis según el espíritu de renovación de la Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II, convirtiéndose también en Vicepresidente de la Conferencia Episcopal Coreana. En abril de 1968, fue nombrado duodécimo arzobispo de la archidiócesis de Seúl. El 28 de marzo del año siguiente, el arzobispo Kim Sou-hwan, de 47 años, fue nombrado cardenal por San Pablo VI, con el título de San Felice da Cantalice en Centocelle. El cardenal Kim Sou-hwan fue obispo diocesano de la archidiócesis de Seúl los siguientes treinta años, y fue presidente de la Conferencia Episcopal Coreana, además de ser administrador apostólico de la diócesis de Pyongyang desde el 1 de junio de 1975.


También en Seúl, el cardenal Kim Sou-hwan enunció los principios de renovación y participación de la Iglesia en la realidad de su tiempo según el espíritu del Concilio Vaticano II. Se convirtió en defensor de los derechos humanos, expresando un profundo interés por los pobres y oprimidos, y trabajó a favor de misiones en el extranjero y del pueblo norcoreano, promoviendo intercambios entre las Iglesias del Sur y de Corea del Norte. Se le asignó la tarea de mejorar el estado de la Iglesia Católica en Corea durante el 44º Congreso Eucarístico Internacional en 1989.


En 1997, al cumplir los setenta y cinco años, el cardenal Kim Sou-hwan presentó su renuncia como obispo diocesano, pero su solicitud no fue aceptada. Renovó su petición y San Juan Pablo II la aceptó el 29 de mayo de 1998. Cuando Kim Sou-hwan fue nombrado obispo de Seúl los creyentes eran 140.000, distribuidos en las cuarenta y ocho parroquias que conformaban la archidiócesis. Cuando dejó la archidiócesis, el número de creyentes era de 1.210.000 en 197 parroquias, mientras que el número de sacerdotes había subido hasta los 590.


La doctrina social del cardenal Kim Sou-hwan tenía como fin la búsqueda del bien común, fundado en la dignidad humana: en su pensamiento, todas las estructuras sociales y formas políticas debían tender hacia el bien común, enfatizando que la Iglesia debería negarse a comprometerse con la injusticia. El cardenal buscó restaurar los derechos humanos de quienes habían sido oprimidos políticamente bajo el régimen de los años setenta y ayudar al movimiento de democratización de los años ochenta.


El cardenal Kim Sou-hwan siempre fue amigo de los pobres y marginados. Hombre de gran corazón, se encontraba con discapacitados y presos y visitaba a los pobres que habían perdido sus hogares, luchando también por los derechos e intereses de los agricultores y trabajadores. Estaba particularmente preocupado por lo que la Iglesia católica podía hacer por los pobres y fundó un comité pastoral dedicado a ellos, que, durante las siguientes tres décadas, dio como resultado el aumento de instituciones dedicadas a ellos.


Tras retirarse del gobierno pastoral, el cardenal Kim Sou-hwan visitó a los presos del corredor de la muerte y celebró una misa en el Centro de Detención de Seúl en Uiwang-si. En abril de 2005, después de la muerte de San Juan Pablo II, ya no podía votar en el Cónclave por el límite de edad, pero pudo concelebrar en la misa de inicio del pontificado de Benedicto XVI.


Murió en la tarde del 16 de febrero de 2009, en el Hospital St. Mary's de Seúl, entre las lágrimas de la Iglesia y de las demás confesiones religiosas coreanas: las cifras oficiales hablaron de que fueron 387.000 las personas que le rindieron homenaje en su funeral, cuando los fieles que visitaron la Catedral de Myeongdong formaron una larga columna de más de tres kilómetros de largo. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de sacerdotes católicos de la ciudad de Yongin y su tumba es visitada por cientos de personas cada día. En la lápida, el lema pastoral del cardenal Kim Sou-hwan fue tallado en coreano y en latín. En su epitafio se escribió una frase del Salmo 23: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

ORACIÓN

El Señor es mi Pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas;

me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.


Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tu vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.


Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.


Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término

(Salmo 23)

Oración de la comunidad

Oración de intercesión por los misioneros

Señor, que has querido que tu Iglesia sea sacramento universal de salvación para todos los hombres, escucha bondadoso las súplicas que te dirigimos por los misioneros: sacerdotes, religiosos y laicos. Ya que te dignas concedernos la gracia de cooperar en la santificación de tu Iglesia, acepta nuestro deseo de hacerte amar y conocer, por el que te ofrecemos nuestra oración, amor y sacrificio, Para que por los méritos de tu Hijo Jesucristo bendigas a los misioneros, guardándolos de todo peligro, haciéndoles sentir tu presencia en sus trabajos y preocupaciones, haciendo de ellos unos apóstoles que emulen el fervor misionero de San Francisco Javier y Santa Teresa del Niño Jesús, co-patronos de las misiones. María, Madre de la Iglesia, Estrella de la evangelización y Reina de las Misiones, acompaña a los misioneros en su entrega y concédeles el don de la perseverancia en su compromiso de dar a conocer a Jesucristo, nuestro Salvador y compartir el evangelio con quienes no lo conocen. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

¡Gracias! 14 personas oraron

"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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