17 febrero - Séptimo día : ¡Obedezcamos!

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17 febrero - Séptimo día : ¡Obedezcamos!

 

Oración para todos los días

¡Oh María Inmaculada, Santísima Virgen de Lourdes! deseo hacer esta novena con la mayor devoción de mi alma, y responder al llamado que en persona de la humilde Bernardita, has hecho a todos tus hijos.

Me postro a tus pies para escuchar con atención tu dulce voz, presentarte mis necesidades y solicitar tus amorosos cuidados. No me ignores, Madre mía, a pesar de mi indignidad; observa únicamente el arrepentimiento que tengo por haber afligido tu maternal corazón.

Renueva en mi corazón la pasión hacia tu adorado Hijo, acude en mi ayuda durante esta santa novena, en la cual me propongo purificar mi alma y conseguir por tu intercesión el favor especial que solicito de la Divina Majestad.

Mucho mas quiero dar gracias a Dios, por todos los beneficios recibidos.

¡Amén!

 

 

Oración para el séptimo día

Muy grande y soberano es el premio que está prometido al obediente. Bernardita ve el agua cenagosa que manaba en pequeñas cantidades por el hoyo que había hecho en la tierra; oye el mandato de la Visión de beber de aquella agua y lavarse con ella; cumpliéndolo fielmente merece que la Virgen fije en ella su benignísima mirada pagándole con creces el esfuerzo que hizo al cumplir su mandato. Nada costará tanto a nuestro orgullo como tenernos que humillar y confesar nuestros pecados al ministro de Dios. Mas, ¡Oh! Si los pecadores supiesen las delicias que están escondidas en la piscina saludable de la penitencia, ciertamente se apresurarían a lavarse en ella y purificarse de todas sus culpas; si conociesen el riquísimo don que Jesús les ofrece; si acudiesen a la invitación que les hace Jesús diciéndoles: «bebed de esta agua», se convencerían que la alegría y paz interior que se halla en sacramento de la penitencia, exceden toda paz y alegría humana, y que los consuelos que proporcionan son excepcionales. Hagan la prueba pecadores, y lo experimentaran.

Que este sea el fruto principal que saquemos de esta Novena, el obsequiar a la Virgen Santísima una buena confesión durante estos días.

En el sacramento de la Reconciliación encontramos el camino para volver al Señor y redescubrir el sentido de nuestra vida.– Papa Francisco, Marzo 10, 2018, Vaticano

¡Amén!

 

 

Parte Histórica - Séptima parte

Los sucesos acaecidos en la Gruta eran tan extraordinariamente públicos que nadie pudo permanecer indiferente. La falta de piedad, viendo progresar el entusiasmo religioso, y deseosa de concluir con aquella manifestación de lo sobrenatural, quiso valerse de la fuerza y de la amenaza, como en efecto lo hizo llevando a Bernardita ante los tribunales y amenazarla con penas y castigos e incluso con encerrarla en la cárcel. A la edad que tenía la niña, bien podía creerse que la impiedad triunfaría; pero ignoraba lo que es el poder y la gracia de Dios que se complace en escoger a la persona más débil para confundir al mundo terrenal considerandose más fuerte que Dios. Sintiendo Bernardita en la mañana del 23 de febrero una fuerza increible que la atraía hacia la gruta se fue rumbo a ella, a pesar de las prohibiciones que se le habían hecho. Arrodillada, con un cirio en una mano y el Rosario en la otra, empezó a rezarlo; al poco tiempo, la multitud advierte la súbita transformación de su rostro. La augusta Soberana del Paraíso detuvo sobre la pobre niña una mirada llena de inexplicable ternura, pareciendo amarla más desde que había sufrido. Luego la llamó amorosamente por su propio nombre:- «¡Bernardita! -Aquí estoy», y la Virgen Santísima entabló con ella una conversación íntima, e incluso pudiera decirse familiar. En aquella misteriosa intimidad le reveló un secreto para ella sola. «Y ahora, id a decir a los sacerdotes que quiero se me edifique aquí una capilla.» Y al pronunciar estas palabras, la fisonomía de la Virgen Santísima, su mirada y su ademán parecían prometer que allí repartiría gracias a doquier. Bernardita cumplió fielmente el encargo que se la había hecho.

La multitud que acudía continuamente a la Gruta y las admirables transformaciones que se referían de Bernardita, habían aumentado la curiosidad incluso de aquellos llamaban a eso superstición. Muchos de ellos resolvieron, pues, acudir a la Gruta para en sus palabras "presenciar la decepción popular". Uno de esos espíritus librepensadores, que no creía en nada de lo sobrenatural acudió a la Gruta al día siguiente:

"Llegué," dice el Sr. Estrada, "muy dispuesto a examinarlo todo, y para ser franco a burlarme y reírme, esperando encontrarme con una comedia o una grotsca farsa. Una inmensa multitud se iba reuniendo poco a poco alrededor de aquellos lugares, interiormente admiraba la sencillez de tantos necios y me reía de la credulidad de una porción de mujeres que se habían arrodillado devotamente delante de las rocas. A la hora acostumbrada, hacia la salida del sol llegó Bernardita. Gracias a los esfuerzos que hice, pude, con muchísima dificultad, ponerme en primera fila, cerca de ella. Arrodillóse con naturalidad sin turbarse ni aturdirse por la muchedumbre que la rodeaba, sacó un rosario y empezó a rezarlo. Bien pronto sus ojos parecieron recibir y reflejar una luz desconocida, quedándose fija y deteniéndose maravillada, extasiada y radiante de felicidad en la abertura de la Gruta. Miré en aquella dirección y nada vi, a no ser las ramas desnudas del rosal silvestre. Y no obstante ¿qué os diré? Ante la transfiguración de la niña, todas mis preocupaciones anteriores, todas mis objeciones filosóficas, todas mis negaciones preconcebidas cayeron de un golpe, haciendo lugar a un sentimiento extraordinario que me sobrecogió a mi pesar. Sentí la certidumbre que allí se encontraba un ser misterioso. Súbita y completamente transfigurada Bernardita, ya no era Bernardita; era un ángel del cielo. Su actitud, sus movimientos, sus menores ademanes, su manera, por ejemplo, de hacer la señal de la cruz, tenían una nobleza, una dignidad, una grandeza tan admirable, que si en el cielo se persignasen solo deben hacerlo como Bernardita lo hace en éxtasis. Yo estaba profundamente conmovido; procuraba retener el aliento para oír el coloquio entablado entre la Virgen y la niña, expresando ésta de ordinario a la par que un profundo respeto una inmensa alegría, aunque a veces una nube de tristeza venía a velar momentáneamente su rostro. Durante todo aquel tiempo conservaba su rosario en la mano, oraba inmóvil abismada en la contemplación de aquel ser divino, oraba pasándolo irregularmente entre sus dedos, o ya tomando el movimiento ordinario." Hasta aquí el testimonio del Sr. Estrada.

En un momento dado Bernardita se adelantó andando sobre sus rodillas desde el punto donde rezaba, es decir, desde las orillas del rio Gave hasta el fondo de la Gruta, que se hallaba a unos quince metros. Mientras subía aquella pendiente algo escarpada; oyó de los labios benditos de la Virgen Santísima estas palabras: «Penitencia, penitencia, penitencia,» las cuales repetidas por Bernardita, fueron oídas muy distintamente por las personas que se hallaban a su lado.

En cumplimiento de la promesa de ir a la Gruta durante 15 días, el 25 de febrero se presentó Bernardita, y los allí reunidos sobrecogidos por una emoción inexplicable al ver a la niña se arrodillaron como todos los demás. La favorecida pastorcilla, sin percatarse de nada de cuanto la rodeaba, y pensando sólo en la celestial Aparición, se arrodilló y se puso en oración. Al poco tiempo su rostro se transforma y todos creen ver a la Santísima Virgen, en los rayos de luz que se reflejaban en las facciones de Bernardita; de la misma manera que por los rayos de luz que iluminan las cumbres de las montañas, nosotros sabemos que el sol está presente en nuestro horizonte.

Una misteriosa conversación se advierte entre la Reina de los cielos y la humilde pastorcita de la tierra, no desdeñando aquella comunicar a ésta un tercer secreto, Y ahora, añadió la Virgen después de una pausa, «ve a beber y lavarte en la fuente y come la yerba que brota junto a ella». Bernardita se quedó confusa y desconcertada al oír la palabra fuente, y sin apartar los ojos de la Virgen se dirigió hacia el río, pues por aquellos parajes no había más agua que la que arrastraba el rio Gave a algunos pasos de las rocas.

Una palabra y un ademán de la Aparición la detuvieron en su camino. «No es ahí» le dijo; «yo no te he dicho que bebas en el Gave sino en la fuente que está aquí». Bernardita empezó a escarbar en la tierra en el lugar donde la Aparición le decía. De improviso el fondo de aquel hueco de más o menos del tamaño de un vaso, que Bernardita estaba abriendo comenzó a estar húmedo. El agua comenzó a filtrarse gota a gota y a llenar aquel hueco que acababa de formarse.


Aquella agua, al mezclarse con la tierra removida por las manos de la niña, no formaba sino barro. Bernardita trató tres veces de llevar a sus labios aquel cenagoso líquido; pero todas esas veces fue muy fuerte su aversión, que lo arrojó sin tener fuerzas para tragarlo. No obstante quería ante todo obedecer a la radiante Aparición, y a la cuarta vez, venció su repugnancia, bebió, se lavó, y comió un poco de la planta campestre que brotaba al pié de la roca.

Cuando Bernardita cumplió todas las órdenes que había recibido, la Virgen fijó en ella una mirada llena de satisfacción y a los pocos instantes desapareció.

 

 

Meditación del Séptimo Día 

¡Nuestra Señora de Lourdes! también a nosotros nos has hablado en secreto, haciéndonos oír íntimas palabras que parecen nacer de nosotros mismos y que no son sino tu misteriosa voz haciendo eco en el fondo de nuestros corazones.

Nos has dicho: «Ve al Sacerdote a fin de que un templo se eleve en este lugar. Ve al depositario de las gracias de Dios, al hombre que puede buscar en nombre del Altísimo, absolver todos los pecados, quitar todos los obstáculos y crear limpio campo al nuevo edificio. Ve al Sacerdote y en los Sacramentos que distribuye por sus manos recibiréis con la inteligencia y la fuerza cuanto es necesario para el trabajo que de ti espero. Y este trabajo es, hijo mío, elevar un templo invisible en tu alma, el templo de la virtud para que mi Jesús lo haga su tabernáculo para que yo descienda con Él allí y el cielo entero tenga sus complacencias en esta mansión de la tierra».

De este modo nos hablas, pero nuestro oído desatento se deja distraer por otras voces: y siendo nosotros menos dóciles que la pastora de Lourdes: ignoramos las palabras de tu boca.

Humildemente postrados a tus pies, ¡oh Virgen María! lloramos nuestras ingratitudes y dureza de corazón. Perdónanos, ¡oh Madre ofendida, perdónanos y sánanos!

« ¡Nuestra Señora de Lourdes, rogad por nosotros»

 

 

Oración a Santa Bernardita

¡Bernardita de Lourdes! joven humilde y sencilla,
fuiste elegida por predilección divina  
para contemplar a la Madre de Dios, 
recibir su mensaje de conversión 
y entregarlo a los hombres de nuestro tiempo. 

Hoy venimos también nosotros, 
tus hijos, tus hermanos,
a saludarte y felicitarte,
dispuestos a imitar tu fe y entrega al Señor. 

Tú, que acudiste presurosa al encuentro de la Virgen,
préstanos tus pies ágiles para llegar hasta Jesús,
recorriendo el mismo camino que te enseñó María. 

Tú, que con tu Rosario alabaste a la Virgen Santa, 
préstanos tus labios candorosos,
para dialogar con Cristo, contarle nuestros problemas,
y compartir las esperanzas de nuestros hermanos. 

Tú, que en un cielo anticipado, 
contemplaste extasiada a María Inmaculada,
préstanos tus ojos límpidos para admirarla en su grandeza
y ser como Ella humildes servidores del Señor. 

Tú, que recibiste una promesa de felicidad, 
no en este mundo, sino en el otro,
danos tu corazón sencillo y generoso
para cumplir siempre con nuestro deber. 

Así, amando cada día más al Señor, 
y reconociéndolo presente en nuestros hermanos,
merezcamos contemplar contigo en el cielo
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

¡Amén!

 

 

Gozos a la Virgen de Lourdes

I

Virgen Santa Inmaculada, de la Gruta misteriosa,

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

II

Allá en las verdes riberas donde sus aguas de plata
El manso Gave desata dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques la humilde Lourdes reposa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

III

De verduras tapizadas se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas, con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta que se cubre de silvestre roca.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

IV

Hacia las faldas del monte subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita por sus gracias y candor,
A formar haces de leña que proveyeran a su choza con fuego y calor.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

V

Súbitamente a la Gruta un rayo de luz la ilumina,
Y en una aureola divina más espléndida que el sol,
La reina del Cielo y la Tierra su santo pie en la roca posa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

VI

“No temas, hija querida, levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada, soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio de mi portentosa mano.”

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

VII

Dijo la Virgen, y envuelta por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo subió que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida, y su alma de placer rebosa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

VIII

Al pie de esta misma Gruta, diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana la vista recibió,
Desafiando al malvado, otras tantas veces victoriosa salió.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

 

IX

Sellar quiso, sus bondades la Señora, eternamente,
Con una límpida fuente, que entre las rocas brotó
Al contacto repentino de la candorosa niña.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

X

En esas aguas del cielo el hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada, calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María la Iglesia Santa se goza.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

XI

El lejano peregrino va a postrarse ante esa roca,
Donde el mundo entero invoca, Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

XII

Virgen Santa Inmaculada de la Gruta Misteriosa,

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

¡Amén!

 

 

Oracion Final

Inmaculada Señora y Madre mía, por el grande amor que mostraste a los hombres, dignándote aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa Bernardita, tes ruego me hagas merecedor(a) de alegrar mi corazón con tus influencias soberanas.

Y así, Señora, como hiciste brotar en la gruta de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas, para remedio del cuerpo, derrama sobre mi pobre alma las dulces y fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno(a) de los goces purísimos del cielo.

¡Amén!

 

 

 

Acción concreta:

Oremos por todos los que son tentados por la corrupción, y aquellos que la padecen, para que el sistema de justicia logre un equilibrio justo entre la severidad de la sentencia y los derechos de los condenados.


 

 

Oración de la comunidad

Oración a Nuestra Señora de Lourdes

¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a tu maternal corazón, para pedirte que derrames a manos llenas el tesoro de tu misericordia sobre nosotros. Por nuestros pecados, indignos somos para ser escuchados: pero acuérdate que jamás se ha oído decir que nadie que haya acudido a Ti haya sido abandonado. ¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por tu mano curaciones innumerables en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guarda también una mirada de bendición para (dígase el nombre del enfermo/a), que se haya tristemente enfermo. Concédele por intercesión de tu Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho más, concédenos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios, prisionero por nosotros en los Sagrarios. ¡Amén!

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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