11 de febrero - Primer día: ¡Seamos humildes!

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11 febrero - Primer día : ¡Seamos humildes!

 

Oración para todos los días

¡Oh María Inmaculada, Santísima Virgen de Lourdes! deseo hacer esta novena con la mayor devoción de mi alma, y responder al llamado que en persona de la humilde Bernardita, has hecho a todos tus hijos.

Me postro a tus pies para escuchar con atención tu dulce voz, presentarte mis necesidades y solicitar tus amorosos cuidados. No me ignores, Madre mía, a pesar de mi indignidad; observa únicamente el arrepentimiento que tengo por haber afligido tu maternal corazón.

Renueva en mi corazón la pasión hacia tu adorado Hijo, acude en mi ayuda durante esta santa novena, en la cual me propongo purificar mi alma y conseguir por tu intercesión el favor especial que solicito de la Divina Majestad.

Mucho mas quiero dar gracias a Dios, por todos los beneficios recibidos.

¡Amén!

 

 

Oración para el primer día

¡Los designios de Dios son incomprensibles! 

Precisamente en un siglo de soberbia y orgullo, en un siglo de racionalismo que pretendía concluir con todo lo sobrenatural y divino; en una nación donde más se trabajaba por extender y propagar todos los errores y que tenía por fundamento no admitir más que el orden puramente natural, razón por la cual se negaba no sólo el pecado original, sino hasta la elevación de la naturaleza humana; donde no se quería admitir la intervención divina en las cosas de los hombres.

Precisamente en esa época y en esa nación es donde Dios Nuestro Señor quiso destruir el fundamento de todos los errores; y para ello, se sirvió del instrumento, al parecer más despreciable: de una niña pobre, débil e ignorante, que no sabía otra cosa que rezar el Santo Rosario. De una humilde niña es de quién se valió Dios para vencer al mundo, confundir a los soberbios, humillar a los sabios y conseguir tan señalada victoria.

En Lourdes, el hecho sobrenatural es permanente, puesto que la fuente misteriosa que allí brota y los efectos asombrosos que sus aguas producen aún lo evidencian; allí ha recibido el naturalismo su más rudo golpe y la fe una confirmación maravillosa.

Protejámonos de todos los errores que puedan mancillar en lo más mínimo nuestra fe; más bien avivémosla más y más cada día y repitamos con el Profeta respecto de la Iglesia, lo que él decía de Jerusalén:

¡Si me olvidara de ti, Jerusalén, que se paralice mi mano derecha; que la lengua se me pegue al paladar si no me acordara de ti, si no pusiera a Jerusalén por encima de todas mis alegrías [...]  de amarte y alabarte, oh Iglesia Santa! – Salmos 137, 5:6

¡Amén!

 

 

Parte Histórica - Primera parte

El 11 de febrero de 1858, una sencilla y humilde niña llamada Bernardita, salió a buscar un poco de leña acompañada de su hermana María y otra amiguita y se dirigieron hacia la gruta de Massabielle. Al intentar cruzar el río Gave de Pau, escuchó entre las rocas un ruido como de suave brisa que lentamente agitaba las ramas de los árboles. Al levantar la vista por primera vez no observó nada raro, ni los árboles se movían. “Me habré equivocado”, pensó. Tras pocos instantes, el ruido misterioso se volvió a oír. Alzó la niña la vista, y miró hacia la gruta y quiso dar un grito, pero la emoción apagó su voz, pues ante sus ojos aparece una visión celestial.

Atónita ante el espectáculo que contempla, cae de rodillas. En medio de una luz deslumbradora,  una señora de incomparable hermosura, rodeada de una claridad más brillante que el sol, pero que no la encandelilla ni le causa daño; al contrario la embelesa.

Una señora prodigiosamente bella, vestida con traje blanco, muy resplandeciente, ajustado el talle con ceñidor de color celeste. La cubre un ancho y largo velo blanquísimo, aún más blanco que la nieve de las colinas de la region, velo que cae de la cabeza hasta el suelo y envuelve en sus pliegues su cuerpo.

Sus pies, de virginal pureza, están desnudos y así y todo se posan sobre la roca, rozando ligeramente las ramas de un rosal silvestreo, dejando ver sobre cada una de ellas una rosa de oro.

De sus manos cruzadas en actitud de la más fervorosa oración cuelga un Rosario, cuyas cuentas de alabastro, engarzadas en hilos de oro, se deslizaban entre sus dedos manteniendo sin embargo un silencio sacratísimo.

Al contemplar esta celestial visión, el corazón de la niña parece derretirse en dicha y emoción. La dulce mirada de tan excelsa Señora se fija en la dulce niña, que se halla asombrada, absorta y extasiada. Mas al momento la Visión, tomando en su mano la cruz de su Rosario, hace con ella la señal de la cruz. Bernardita buscó su rosario y trata de imitarla, quiere hacer la señal de la cruz, mas su brazo está paralizado. Entonces tiene miedo, pero al ver las cuentas del Rosario correr entre los dedos de la Señora, la niña reza su Rosario hasta el fin, con inefable devoción. La Celestial Aparición duró el tiempo del rezo del Rosario. Al fin, la Señora extiende su brazo, sonríe con dulzura y desaparece, dejando detrás de sí un rayo luminosos, que al poco tiempo se desvaneció.
   
La Virgen María, pues era Ella, ha vuelto otra vez al secreto impenetrable de los Cielos.

Réstanos ahora considerar cuán agradable debe ser para María la sencillez y la pureza, pues escoge para mensajera de sus voluntades para con los hombres, a la más inocente y a la más sencilla de las tres compañeras que han ido a la gruta. Y en efecto, escrito está: 

« Bienaventurados los limpios de corazón, sólo ellos son capaces de ver a Dios y de comprender las cosas del Cielo.» – San Mateo 5:8.

 

 

Meditación del Primer Día 

¡Nuestra Señora de Lourdes! En memoria de esa primera aparición, cuya verdad atestiguarán tantos posteriores sucesos, en nombre del misterioso silencio que cerraba tus benditos labios, en nombre de la modestia de tus vestidos, en nombre de la elección que hiciste de una gruta desierta para manifestarte a las miradas de la inocencia: enseñanos el gusto al retiro, a la simplicidad y al silencio; que aprendamos a huir del bullicio, de la agitación, del lujo, de cuánto nos aleja de la gracia de Dios.

Refrena la libertad de nuestra lengua, recuerda siempre a nuestra conciencia que de todas nuestras palabras deberemos dar cuenta en el Juicio final.

Cura nuestras extremas delicadezas y nuestras ridículas vanidades, nuestro apego insensato a la moda del día, a los adornos, a las joyas, a los muebles inútiles, a las frivolidades de toda especie, al frívolo deseo de las apariencias. 

Sana nuestra odiosa atracción por las pompas de satanás, a las que hemos renunciado en nuestro bautismo y que sólo son dignas de nuestro desprecio. Haz que comprendamos la verdadera riqueza de la pobreza.

Sana nuestra loca estimación por el mundo y haznos recordar siempre que Jesucristo no ha maldecido nuestro espíritu. Además del amor al retiro, a la pobreza y el silencio, te suplico me concedas el amor a la oración.

¡Oh María!, en memoria del Rosario que vio Bernardita en tus sagradas manos, enseñame a invocarte con esa piedad filial que todo lo consigue y a decirte junto al Ángel Gabriel y a los fieles corazones: 

« Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. ¡Amén! »

 

 

Oración a Santa Bernardita

¡Bernardita de Lourdes! joven humilde y sencilla,
fuiste elegida por predilección divina  
para contemplar a la Madre de Dios, 
recibir su mensaje de conversión 
y entregarlo a los hombres de nuestro tiempo. 

Hoy venimos también nosotros, 
tus hijos, tus hermanos,
a saludarte y felicitarte,
dispuestos a imitar tu fe y entrega al Señor. 

Tú, que acudiste presurosa al encuentro de la Virgen,
préstanos tus pies ágiles para llegar hasta Jesús,
recorriendo el mismo camino que te enseñó María. 

Tú, que con tu Rosario alabaste a la Virgen Santa, 
préstanos tus labios candorosos,
para dialogar con Cristo, contarle nuestros problemas,
y compartir las esperanzas de nuestros hermanos. 

Tú, que en un cielo anticipado, 
contemplaste extasiada a María Inmaculada,
préstanos tus ojos límpidos para admirarla en su grandeza
y ser como Ella humildes servidores del Señor. 

Tú, que recibiste una promesa de felicidad, 
no en este mundo, sino en el otro,
danos tu corazón sencillo y generoso
para cumplir siempre con nuestro deber. 

Así, amando cada día más al Señor, 
y reconociéndolo presente en nuestros hermanos,
merezcamos contemplar contigo en el cielo
al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

¡Amén!

 

 

Gozos a la Virgen de Lourdes

I

Virgen Santa Inmaculada, de la Gruta misteriosa,

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

II

Allá en las verdes riberas donde sus aguas de plata
El manso Gave desata dando vida, inspiración.
A la sombra de sus bosques la humilde Lourdes reposa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

III

De verduras tapizadas se levantan sus montañas
De cuyas ricas entrañas, con admirable primor,
Se desprende una ancha Gruta que se cubre de silvestre roca.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

IV

Hacia las faldas del monte subió un día Bernardita,
La aldeana de Dios bendita por sus gracias y candor,
A formar haces de leña que proveyeran a su choza con fuego y calor.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

V

Súbitamente a la Gruta un rayo de luz la ilumina,
Y en una aureola divina más espléndida que el sol,
La reina del Cielo y la Tierra su santo pie en la roca posa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

VI

“No temas, hija querida, levanta a mí tu mirada,
Soy María Inmaculada, soy la Madre de tu Dios
Por teatro elijo este sitio de mi portentosa mano.”

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

VII

Dijo la Virgen, y envuelta por los pliegues de una nube
Al Cielo de nuevo subió que a su paso se entreabrió:
La aldeana vuelve a la vida, y su alma de placer rebosa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

VIII

Al pie de esta misma Gruta, diez y ocho veces la aldeana
De la Virgen soberana la vista recibió,
Desafiando al malvado, otras tantas veces victoriosa salió.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

 

IX

Sellar quiso, sus bondades la Señora, eternamente,
Con una límpida fuente, que entre las rocas brotó
Al contacto repentino de la candorosa niña.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

X

En esas aguas del cielo el hombre encuentra la vida,
Huye la muerte aterrada, calma el triste su dolor,
Y en los triunfos de María la Iglesia Santa se goza.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

XI

El lejano peregrino va a postrarse ante esa roca,
Donde el mundo entero invoca, Tu Divina Concepción.
¡Bendita seas, María!
Que de Dios eres Madre, Hija y Esposa.

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

 

XII

Virgen Santa Inmaculada de la Gruta Misteriosa,

Acoge, Madre piadosa de tus hijos la oración. 

¡Amén!

 

 

Oracion Final

Inmaculada Señora y Madre mía, por el grande amor que mostraste a los hombres, dignándote aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa Bernardita, tes ruego me hagas merecedor(a) de alegrar mi corazón con tus influencias soberanas.

Y así, Señora, como hiciste brotar en la gruta de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas, para remedio del cuerpo, derrama sobre mi pobre alma las dulces y fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno(a) de los goces purísimos del cielo.

¡Amén!

 

 

 

Acción concreta:

Oremos por todos los que alrededor del mundo buscan preservar el medio ambiente y sus paisajes; por todos los gobernantes que apoyan las acciones de la comunidad a favor de un consumo ecologico más consciente y responsable, para que sus acciones porten fruto y su compromiso se extienda a todos nosotros.


 

 

Oración de la comunidad

Oración a Nuestra Señora de Lourdes

¡Oh amabilísima Virgen de Lourdes, Madre de Dios y Madre nuestra! Llenos de aflicción y con lágrimas fluyendo de los ojos, acudimos en las horas amargas de la enfermedad a tu maternal corazón, para pedirte que derrames a manos llenas el tesoro de tu misericordia sobre nosotros. Por nuestros pecados, indignos somos para ser escuchados: pero acuérdate que jamás se ha oído decir que nadie que haya acudido a Ti haya sido abandonado. ¡Madre tierna! ¡Madre bondadosa! ¡Madre dulcísima! Ya que Dios obra por tu mano curaciones innumerables en la Gruta prodigiosa de Lourdes, sanando tantas víctimas del dolor, guarda también una mirada de bendición para (dígase el nombre del enfermo/a), que se haya tristemente enfermo. Concédele por intercesión de tu Divino Hijo Jesucristo la deseada salud, si ha de ser para mayor gloria de Dios. Pero mucho más, concédenos a todos el perdón de nuestros pecados, paciencia y resignación en los sufrimientos y sobre todo un amor grande y eterno a nuestro Dios, prisionero por nosotros en los Sagrarios. ¡Amén!

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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