Tercer día (Dic. 6) - Día de milagros - Martes, 12 de diciembre de 1531

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Día de milagros - Martes, 12 de diciembre de 1531.

Acto de Contrición

Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador y Redentor mío, por ser vos quien sois, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberos ofendido. Propongo enmendarme y confesarme a tiempo, ofrezco cuanto se requiere para reparar mis pecados, y confío por vuestra bondad y misericordia infinita que me perdonaréis y me daréis gracia para nunca más pecar. Así lo espero por intercesión de mi Madre, Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe.

 ¡Amén!

 

4 Salves en memoria de las 4 apariciones de la Virgen Morena, la Guadalupana

 

Oración para todos los días

Santa María de Guadalupe, Mística Rosa, intercede por la Iglesia, protege al Soberano Pontífice, oye a todos los que te invocan en sus necesidades. Así como apareciste en el Tepeyac y nos dijiste: "Soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios", alcánzanos de tu Divino Hijo la conservación de la Fe. Tú eres nuestra dulce esperanza en las amarguras de esta vida. Danos un amor ardiente y la gracia de la perseverancia final. ¡Amén!

 

Tercer día

¡Oh Santísima Virgen de Guadalupe! ¡Qué puedo creer al verte cercada por los rayos del Sol, sino que estas tan íntimamente unida al sol de la divinidad, que no hay en Ti cosa alguna que no sea Luz, que no sea Gracia, que no sea Santidad! ¡Que puedo creer si no que estás sumergida en el piélago de las divinas perfecciones y atributos y que Dios te tiene siempre en su corazón. Sea para bien, Señora, tan inmensa felicidad.

Yo, entre tanto, arrebatado(a) del gozo que esto me causa, me presento delante de tu trono y te suplico te dignes enviar uno de tus ardientes rayos hacia mi corazón; ilumina con su luz mi entendimiento; enciende con su luz mi voluntad; haz que finalmente yo deje de vivir engañado(a) todo el tiempo! Sino lo empleo en amar a Dios sobre todas las cosas, amarte a Ti mi querida Madre y a tus hijos mis hermanos; haz que me persuada de mi miserable engaño cuando amo a las criaturas más que a Dios y cuando no demuestro con mis obras ese amor, amándote a Ti y a mis prójimos.

¡Amén!

Madre generosa, te presento suplicante mi petición de ayuda.

Encomendar nuestros proyectos, nuestros temores y nuestras esperanzas a la Virgen Morena, Nuestra Señora de Guadalupe.

 

Padre Nuestro

Ave María

Gloria

 


Testimonio de Juan Bernardino - Primer  Milagro

Martes, dic. 12 de 1531

Al día siguiente, miércoles 13 de diciembre, Juan Diego le dijo al prelado:

–"¡Ea!, a mostrar dónde es voluntad de la Señora del Cielo que le erijan su templo. Inmediatamente se convidó a todos para hacerlo" y lcondujo al prelado y a otras personalidades al lugar de la aparición, para mostrarles dónde era que la Señora del Cielo deseaba que se erigiera un templo en su honor.

Después de todo,  Juan Diego tenía prisa para llegar a casa para ver cómo seguía su tio Juan Bernardino. Muchos fueron los que lo quisieron acompañar y al llegar encontraron al Juan Bernardino, contento, plenamente restablecido y sin ningún dolor.

El tio de Juan Diego, Juan Bernardino les contó que el día anterior, la Santísima Virgen se le había aparecido del mismo modo que a su sobrino; que Ella lo había curado y le había indicado que tenía que ir ver al obispo para que «le revelara lo que vio le relatara la manera milagrosa como lo había sanado; y que había de nombrarse su bendita imagen como la siempre Virgen Santa María de Guadalupe». 

LLevaron a Juan Bernardino a casa del obispo, rindió su testimonio y permaneció allí junto con su sobrino “hasta que se erigió el templo de la Reina del Tepeyac, en el lugar donde la vió Juan Diego”.

La imagén fue trasladada de la casa del obispo a la Iglesia Mayor, para que toda la gente la viera y la admirara. Muchísimos de los habitantes de  la ciudad, empezaron a ir y a orar al frente de la maravillosa imagen.

 

 

Aparición de la imagen en la casa del obispo

Martes, dic. 12 de 1531

Juan Diego agarró rumbo a México lleno de alegría y confianza. Sin embargo, los empleados del obispo le pusieron muchas trabas para reunirse con el señor obispo. Incluso intentaron quitarle algunas de las flores que él traía; fallaron en todos sus intentos pues cuando iban a cogerlas, ya no veían verdaderas flores, sino que les parecían pintadas en la manta de Juan Diego. Cuando el obispo supo que el "indiecito" pretendía verle, cayó en la cuenta de la señal que había pedido y lo recibió. Juan Diego le contó de nuevo todo lo que admirablemente había visto:

– "Señor, hice lo que me ordenaste, que fuera a decir a mi Ama, la Señora del cielo, Santa María, la amada Madre de Dios, que pides una señal para poder creerme que le has de hacer el templo donde Ella te pide que lo erijas; y también le dije que te había dado mi palabra de venir a traerte alguna señal, alguna prueba de su voluntad, como me lo encargaste.

Condescendió a tu recado y acogió benignamente lo que pides, alguna señal y prueba para que se cumpla su voluntad. Hoy muy temprano me mandó que otra vez viniera a verte; le pedí la señal para que me creyeras, según había dicho que me la daría, e inmediatamente lo cumplió. Y me mandó a la cumbre del cerrillo, donde antes yo la había visto, para que allí cortara diversas rosas de Castilla.

Después me fui a cortarlas, las traje abajo; las cogió con sus santas manos y de nuevo las echó en mi ayate, para que te las trajera y a ti en persona te las diera. Aunque bien sabía yo que la cumbre del cerrillo no es lugar en que se den flores, porque sólo hay abundancia de riscos, abrojos, espinas, nopales y mezquites, no por eso dudé. Cuando fui llegando a la cumbre del cerrillo, miré que estaba en el paraíso, donde había juntas todas las varias y exquisitas rosas de Castilla, brillantes de rocío, que luego fui a cortar.

Ella me dijo por qué te las había de entregar; y así lo hago, para que en ellas veas la señal que pides y cumplas su voluntad; y también para que aparezca la verdad de mi palabra y de mi mensaje. Aquí las tienes; hazme el favor de recibirlas".

Juan Diego desenvolviendo su manta, la desplegó y entonces cayeron al suelo todas la cantidad de rosas de Castilla, se dibujó en ella y apareció de repente la preciosa imagen de la siempre Virgen Santa María, Madre de Dios, de la manera en que está y se guarda hoy en su templo del Tepeyac, que se llama Guadalupe.

En ese instante, el obispo y todos los que con estaban allí cayeron de rodillas, admiraron el milagro que sucedió ante sus ojos, ssin llegar a imaginar que miles de gentes la admirarían a lo largo de los siglos. Así mismo, el obispo Fray Juan de Zumárraga con mucha tristeza oró y pidió perdón por no haber actuado de mejor manera. 

Inmediatamente después de los acontecimientos, la manta con la imagen fue colocada en el Oratorio de la casa del obispo y Juan Diego permaneció en casa del obispo por el resto del día

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Oración Final

Recuerda. ¡Oh, dulce Virgen de Guadalupe!, que en tus apariciones en el cerro del Tepeyac prometiste mostrar piedad y compasión a todos aquellos que, amandote y confiando en Tí, buscan tu ayuda y protección.

María, Madre de Jesús, escucha la oración de tu Iglesia hispana, un pueblo prometedor, comunidades sedientas de la Misericordia de Dios. Así como trajiste la fe por primera vez a estas tierras, y te has quedado con nosotros a través de tu admirable imagen, permanece con nosotros hasta la alegría de la Redención, y permitenos obtener las gracias que necesitamos. ¡Amén!

 

 

 

 

Oración de la comunidad

La Guadalupana

Desde el cielo una hermosa mañana la Guadalupana, la Guadalupana, la Guadalupana bajó al Tepeyac. Suplicante juntaba sus manos, y eran mexicanos y eran latinoamericanos, y eran hispanos su porte y su faz. Su llegada llenó de alegría, de luz y armonía, de luz y armonía, de luz y armonía todo el Anahuac. Junto al monte pasaba Juan Diego, y acercóse luego, y acercóse luego, y acercóse luego al oír cantar, Juan Dieguito, la Virgen le dijo: “este cerro elijo, este cerro elijo, este cerro elijo para hacer mi altar”. Y en la tilma entre rosas pintada, su imagen amada, su imagen amada, su imagen amada se dignó dejar. Desde entonces para el católico, ser guadalupano, ser guadalupano, ser guadalupano es algo esencial. En sus penas se postra rezando, y eleva sus ojos, y eleva sus ojos, y ¡eleva sus ojos hacia el Tepeyac!

¡Gracias! 83 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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