El deseo de Dios en la oración
Nosotros los cristianos tenemos en el corazón un deseo grande de tener contacto asiduo con el Dios que conocemos. Buscamos constantemente su rostro. A veces vamos en busca de Él en lo exterior y a veces entramos dentro de nosotros mismos para encontrarlo en nuestro interior.
Necesitamos saber que está ahí, que no nos ha abandonado, que está a nuestro lado. Queremos escuchar su mensaje de amor; sabernos amados por Él. A eso le llamamos oración.
Es frecuente escuchar de la boca de los cristianos esta frase: “No sé orar”.
A veces pensamos que la oración es algo complejo, inalcanzable, solo para algunos elegidos, que implica mucho tiempo. Esos pensamientos nos pueden bloquear y no nos permiten tener una oración sencilla, llana, cercana. Para aprender a orar lo primero que hay que tener claro es qué es la oración.
Es bueno permitir a Dios que nos rompa nuestros esquemas y nos abra nuestros horizontes para comprender cómo se nos quiere manifestar al corazón. ¿Cuáles son algunos aspectos de la oración que nos permiten ampliar nuestro concepto de la misma y así aprender a orar?
La oración es diálogo
En primer lugar hay que aprender a considerar la oración como un diálogo. Es ese momento de calidad en el que nosotros, hijos del Padre, levantamos la mirada a Él para entrar en un íntimo diálogo con Él.
Cuando uno esta acostumbrado a hacer una meditación de tipo discursiva puede caer en el peligro de pensar en ideas sobre Dios.
Es decir, Dios es bueno, Dios es creador, Dios es salvador. Son reflexiones sobre Dios pero no son oración. Se hace un gran discurso sobre Dios pero no se relaciona uno con Él.
La oración, por tanto, no son ideas bonitas sobre Dios sino que es un diálogo con ese Dios que conozco también por las ideas.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6