El FIAT de María: su plena cooperación
El FIAT de María: su plena cooperación
No veamos el consentimiento de María como una especie de pasividad, de resignación. Como un “amén” desnaturalizado, sin convicción… pues, bueno si asi tiene que ser... no tengo más remedio. Si Dios necesita una madre, pues ..., yo seré su madre. "Y puesto que es preciso morir, muramos sin ofender a Jimena…"
Tengamos en cuenta que María usa el modo optativo, un modo muy particular que especialmente se usa en griego antiguo, persa antiguo, sánscrito, albanés, japonés y finlandés. Es el modo de la esperanza y de los deseos, parecido al condicional y al subjuntivo del español y del francés. A veces se denomina modo desiderativo.
Así que efectivamente se trata de ¡un sí decidido! Es un "impulso de gran corazón", como lo dice San Francisco de Asís al final de su comentario sobre el Padre Nuestro. El FIAT es - todo lo contrario de la resignación - es cooperación total.
«Con todos los recursos de mi inteligencia, mi corazón, mi cuerpo, quiero convertirme en la madre del Salvador» dice María.
El Concilio Vaticano II nos recuerda que aquí lo que se debe evitar es interpretar su FIAT como pasividad. Al contrario, Maria toma una actitud de fiel discípula, de verdadera creyente que se entrega a la voluntad de Dios, pero con todas las potencias de su alma, dando un sí que no la llevó a la pasividad y la ineficacia, sino a la actividad y el compromiso.
El Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte, también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual se cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como «llena de gracia» (ver Lucas 1: 28), a la vez que ella responde al mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lucas 1: 38). Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con Él y bajo Él, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres. -Concilio Vaticano II - Capítulo VIII - II - 56
Como dice San Ireneo:
«Obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano».
Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente con él en su predicación que «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la obediencia de María»; que «lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la virgen María mediante su fe»; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes», afirmando aún con mayor frecuencia que: «La muerte vino por Eva, la vida por María.»
Oremos:
Oración de Consagración a la Virgen Maria
San Luis Maria Grignion de Montfort
Te elegimos hoy, ¡oh, María!
en presencia de toda la corte celestial
como nuestra Madre y nuestra Reina.
Te entregamos y consagramos,
con toda sumisión y amor,
nuestro cuerpo y nuestra alma,
nuestros bienes interiores y exteriores,
y hasta el valor de nuestras buenas acciones,
pasadas, presentes y futuras,
dejándote completo y pleno derecho
para disponer de nosotros y
de todo cuanto nos pertenece,
sin excepción, según tu beneplácito,
para la mayor gloria de Dios,
ahora y por la eternidad.
¡Amén!
Unidos en oración con el Papa Francisco
Recemos una decena del Rosario por las intenciones del Santo Padre.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6