María en la Anunciación
María:
Hemos hablado mucho de sus privilegios. El concilio y la enseñanza de los Papas querían mostrar hasta qué punto estaba Ella en el corazón de la Iglesia, lo que parececía un privilegio personal fue ordenado por la salvación de cada uno de nosotros. Se enfatizó particularmente que esta es una gracia por anticipación: ante todo, el dogma de la Inmaculada Concepción - proclamado no el 15 de agosto, sino el 1 de noviembre: Ella fue preservada del pecado original desde su concepción.
Su Asunción es también un signo dado de antemano: es una anticipación de lo que estamos llamados a vivir en nuestro momento.
María ciertamente no tiene pecado, pero eso no significa que no haya tenido que progresar: Ella realizó una entera peregrinación de fe, desde la Anunciación hasta el final de su vida. En este particular, Ella es un modelo.
Desde el evento de la Anunciación, su vida interior se nos revela a plena luz del día, mediante testimonios de fidelidad y renovación de la confianza en Dios, como lo veremos progresivamente en este retiro.
Recordemos que María vivió una vida humana como nosotros: Ella sabe que el Mesías va a venir, Ella conoce toda la historia santa, Ella cree que Dios se revela a su pueblo y que Abraham es el padre de los creyentes. Ella se acuerda de la palabra de Isaías:
El reino está llegando; ¿no se dan cuenta?
Entonces, creer es de alguna manera «ver lo invisible», creer que Dios existe, creer que existe una patria mejor.
El concilio nos dice: «María cree en la salvación prometida.»
Pero desde esta fe, todos son capaces: los demonios mismos. como lo dice la Escritura: «Los demonios también creen, y sin embargo, tiemblan.» (2 Santiago 19).
Veremos en los próximos días por cuales caminos de fe nos lleva María, con pequeños pasos de confianza.
Oremos:
Oración de Consagración a la Virgen María
San Luis María Grignion de Montfort
Te elegimos hoy, ¡oh, María!
en presencia de toda la corte celestial
como nuestra Madre y nuestra Reina.
Te entregamos y consagramos,
con toda sumisión y amor,
nuestro cuerpo y nuestra alma,
nuestros bienes interiores y exteriores,
y hasta el valor de nuestras buenas acciones,
pasadas, presentes y futuras,
dejándote completo y pleno derecho
para disponer de nosotros y
de todo cuanto nos pertenece,
sin excepción, según tu beneplácito,
para la mayor gloria de Dios,
ahora y por la eternidad.
¡Amén!
Unidos en oración con el Papa Francisco
Recemos una decena del Rosario por las intenciones del Santo Padre.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6