Día 11: ¡amar a Maria!

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¡Amar a Maria!



¡“Adhiérete a su Madre dulcísima. Como ella lo llevó corporalmente en su seno, tú, siguiendo sus huellas, puedes llevarlo espiritualmente en tu cuerpo casto”!

 


 Leamos juntos el Salmo del día:

 Salmo 45: 11-12, 14-16

 ¡Escucha, hija mía, mira y presta atención! Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prendará de tu hermosura. Él es tu señor: inclínate ante él [...]
Embellecida con corales engarzados en oro y vestida de brocado, es llevada hasta el rey.
Las vírgenes van detrás, sus compañeras la guían, con gozo y alegría entran al palacio real.


Meditación del Salmo 45:

Como es sabido, muchos Padres de la Iglesia han aplicado el retrato de la reina a María, comenzando por el llamamiento inicial: «¡Escucha, hija mía, mira y presta atención!» (versículo 11). 


"Escucha, hija, mira: inclina el oído"; de hecho, se verifica el grandioso anuncio de la redención del mundo. Inclina tu oído y lo que escucharás levantará tu corazón...
"Olvida tu pueblo y la casa paterna": no prestes atención a la parentela terrena, pues serás transformada en una reina celeste. Y escucha para darte cuenta de cómo te ama el Creador y Señor de todo.

 – Crisipo de Jerusalén, Homilía sobre la Madre de Dios. 


"Prendado está el rey de tu belleza", el mismo Padre te escogerá por esposa; el Espíritu dispondrá todas las condiciones necesarias para este matrimonio... No creas que darás a luz un niño humano, pues "te postrarás ante Él, que Él es tu Señor". Tu creador se ha convertido en tu niño; lo concebirás y lo adorarás junto a los demás como a tu Señor.

–Textos marianos del primer milenio, I, Roma 1988, páginas 605-606



 

  Leamos juntos la Reflexión de la vida de Santa Clara de Asís

Sor Bienvenida de Madonna Diambra de Asís, monja del monasterio de San Damián nos relata que entre el viernes y el sábado, tercer día antes de la muerte de Clara, la testigo estaba sentada junto al lecho de Clara, con otras hermanas, llorando la enfermedad de tal y tan grande madre. Y sin que nadie le hablase, Clara comenzó a encomendar su alma, diciendo así:


 Vete en paz, pues tendrás buena escolta; porque el que te creó previó antes que serías santificada; y, después que te creó, infundió en ti el Espíritu Santo; y luego te ha cuidado como la madre a su hijo pequeñito.

Y una hermana, llamada sor Anastasia, preguntó a Clara que con quién hablaba y a quién decía aquellas palabras, y Clara respondió: «Hablo a mi alma bendita». Y entonces la testigo enseguidacomenzó a reflexionar sobre la grande y maravillosa santidad de Clara; y en este pensamiento le parecía que toda la corte celestial se ponía en movimiento y se preparaba para honrarla. Y especialmente nuestra gloriosa Señora, la bienaventurada Virgen María, preparaba sus prendas para vestir a la nueva Santa.

Y mientras la testigo se entretenía pensando e imaginando esto, vio de pronto con los ojos de su cuerpo una gran multitud de vírgenes, vestidas de blanco, con coronas sobre sus cabezas, que se acercaban y entraban por la puerta de la habitación en que yacía la dicha madre santa Clara.

Y en medio de estas vírgenes había una más alta, y, por encima de lo que se puede decir, bellísima entre todas las otras, la cual tenía en la cabeza una corona mayor que las demás. Y sobre la corona tenía una bola de oro, a modo de un incensario, del que salía tal resplandor, que parecía iluminar toda la casa.

Y las vírgenes se acercaron al lecho de la dicha santa Clara. Y la que parecía más alta la cubrió primero en el lecho con una tela finísima, tan fina que, por su sutileza, se veía a Clara, aún estando cubierta con ella.

Luego, la Virgen de las vírgenes, la más alta, inclinó su rostro sobre el rostro de la virgen Santa Clara, o quizá sobre su pecho, pues la testigo no pudo distinguir bien si sobre el uno o sobre el otro. Hecho esto, desaparecieron todas….

Dijo también la testigo que todo lo que se decía de la santidad de la vida de la predicha Clara era verdad, y que, por mucho que ella la ponderara, todavía había habido más en ella; y no creía que desde nuestra Señora la bienaventurada Virgen María hubiese existido jamás mujer de mayor santidad que la dicha madonna Santa Clara.

Pues ella fue virgen, fue humilde, inflamada en el amor de Dios, permanente en la oración y contemplación, diligente en la aspereza del alimento y del vestido, y maravillosa en los ayunos y vigilias, al extremo de que muchas se admiraban de que pudiese vivir con tan poco alimento.



Y ahora reflexionemos en esta pista de meditación:

Ante la imagen de María, Santa Clara de Asís selló su consagración a Jesucristo. Su amor a María era inseparable de su amor a Jesús. Por eso su vida fue un seguir las huellas de Cristo y de su santísima Madre. “Adhiérete a su Madre dulcísima. Como ella lo llevó corporalmente en su seno, tú, siguiendo sus huellas, puedes llevarlo espiritualmente en tu cuerpo casto”. Clara nos lleva a María y María nos lleva a Jesús.



Recemos la oración del día

¡Señor, Dios nuestro, te suplicamos inflames nuestro corazones con ese mismo fuego con el que Santa Clara te siguió gozosa y fielmente a su amor filial a Maria, tu madre, por los siglos de los siglos,
¡Amén!



Hoy te sugerimos:

 Medito profundamente en lo admirable y lo más imitable de la vida de la Virgen María, que fue sin duda, su vida oculta, su fidelidad en lo pequeño, la perfección en lo que no se ve, pero que Dios sí ve y aprecia; en su entrega total manifestado en su FIAT cuando Dios la necesito para lo más grande.



 

 ¡Santa Clara miró el don de la vocación como uno de los mayoeres beneficios recibidos!



 

San Francisco de Asís tonsuró a Santa Clara de Asís ante el altar, en la iglesia de la Virgen María, llamada de la Porciúncula, y después la llevó a la iglesia de San Pablo de las Abadesas.

 

 


Aprendamos de Santa Clara a tener perseverancia diaria para cumplir los deberes, incluyendo los más monótonos, los más dificiles, los más humildes...


 

 

Oración de la comunidad

Oración a Santa Clara de Asís

Gloriosa Santa Clara de Asís, por aquella fe inquebrantable que te hizo servirte de las cosas terrenas buscando las del cielo, por aquella esperanza firme con que venciste todas las dificultades que se oponían a tu santificación, por aquella caridad pura y ardiente que te movió en todo los momentos de la vida, yo te suplico con humilde confianza que intercedas ante Dios y me obtengas su favor en lo que te pido (hágase la petición) y esperanza firme y caridad ardiente para con Dios y el prójimo. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Amén.

¡Gracias! 190 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Con Santa Clara avanzo en mi camino con alegría

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