Día 10: prefiere la pobreza

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¡Prefiere la pobreza!



¡Escucha, hija mía, mira y presta atención; olvida tu pueblo y tu casa paterna, y el rey se prendará de tu belleza!

 


Leamos juntos el Salmo del día:

Salmo 112: 1-2, 5-9

¡Aleluya! Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos.
Su descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es bendecida. [...]
Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud.
El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre.
No tendrá que temer malas noticias: su corazón está firme, confiado en el Señor.
Su ánimo está seguro, y no temerá, hasta que vea la derrota de sus enemigos.
Él da abundantemente a los pobres: su generosidad permanecerá para siempre, y alzará
su frente con dignidad.


Meditación del Salmo 112:

Este Salmo es un breve himno henchido de sentimientos de confianza, de alabanza, de alegría. La primera estrofa exalta «el nombre del Señor» que, como se sabe, en el lenguaje bíblico indica a la misma persona de Dios, su presencia viva y operante en la historia humana.

El Señor se abaja con solicitud por nuestra pequeñez e indigencia, que nos impulsaría a retraernos por timidez. Él, con su mirada amorosa y con su compromiso eficaz, se dirige a los desvalidos del mundo. Dios se inclina hacia los necesitados y los que sufren, para consolarlos; y esta palabra encuentra su mayor densidad, su mayor realismo en el momento en que Dios se inclina hasta el punto de encarnarse, de hacerse uno de nosotros, y precisamente uno de los pobres del mundo.



 

 Leamos juntos la Reflexión de la vida de Santa Clara de Asís

Santa Clara dice a Santa Inés de Praga:

Ya que un Señor tan grande y tan glorioso ha querido bajar en el seno de la Virgen, ya que ha querido mostrarse al mundo desdeñado, necesitado y pobre, para que los hombres, indigentes, necesitados y hambrientos de alimento celeste, se vuelvan ricos gracias a Él tomando posesión del Reino de los cielos, exultad de alegría, resplandeced de una felicidad intensa y de alegría espiritual: prefiriendo el desdén a los honores del mundo, la pobreza a las riquezas materiales, confiando vuestros tesoros no a la tierra sino al cielo, donde ni la herrumbre los devora, ni la podredumbre los ataca, ni los ladrones se hacen con ellos, tenéis asegurada en el cielo una amplia recompensa, y habéis merecido ser llamada hermana, esposa y madre del Hijo del Padre altísimo y de la Virgen gloriosa.

Primera Carta a Santa Inés de Praga 19-24


Para Clara, la pobreza consistía no sólo en que cada hermana viviera personalmente pobre y sin posesiones, sino que además la comunidad, el monasterio, no debería poseer bien alguno. Así lo había querido Francisco para sus hermanos y así lo quiso Clara para sus hermanas.

Ser totalmente pobre significa para Clara y Francisco de Asís desprenderse de toda posesión, de todo bien. Ellos no viven esta pobreza para, mediante su ejemplo, allanar los antagonismos entre ricos y pobres; tampoco como fruto de una renuncia vana que hace de la necesidad una virtud.

¡No! Ellos quieren ser pobres porque Cristo, el Señor, fue pobre en la tierra. La pobreza es para ellos una parte esencial del seguimiento de Cristo,

Clara fue hasta su muerte no sólo la superiora oficial del monasterio, sino también el centro espiritual de la comunidad. Mantuvo siempre con tenacidad la aventura de la más estrecha pobreza. Sólo quien amaba esta pobreza tenía cabida en San Damián. Además, semejante pobreza, con su dura experiencia, donde muchas veces faltaba incluso lo necesario, nada tenía de romántico ni de placentero. Únicamente se podía soportar y vivir porque, como decía Clara, en la comunidad reinaba la alegría a causa de ella y de las riquezas que comporta, y todas se sabían envueltas en el amor mutuo.



Y ahora reflexionemos en esta pista de meditación:

Cristo ha escogido y tomado un camino de lo más insensato. Él, Esposo de la humanidad, Rey del universo, se ha hecho carne de nuestra carne. Su humillación ha revelado los pensamientos más secretos y las actitudes de muchos; el poder y la riqueza utilizados sin contemplación de la dignidad humana.

Santa Clara, contemplando largamente a Cristo, ha comprendido bien que el Hombre era hermoso y merecía ser respetado en su dignidad. Santa Clara, de noble alcurnia, podría haber aceptado la herencia familiar, y haber vivido una vida indiferente a los que no tienen nada. Pero vió y abrio su corazón. Escogió seguir a Cristo pobre, vivir el Evangelio con sus hermanas acogidas como un don. Santa Clara escogio la pobreza con Cristo. En este camino, encontró “una intensa felicidad”, y la única gloria verdadera: ¡la de compartir para siempre la Vida de Dios! 



Recemos la oración del día

¡Padre lleno de amor, que concediste a Santa Clara seguir a Cristo con su vida de pobreza y oración, te pedimos que por su intercesión aprendamos a confiar en la Divina Providencia que nunca nos abandona y a aceptar serenamente tu Divina Voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor,
¡Amén!




Hoy te sugerimos:

De los bienes que tengo, ¿qué me domina?

¿Me entristece la envidia, el deseo de poseer más?

¿Y si probara hoy la alegría de despojarme de algo, para con eso alegrar a otro?

Escucho, pongo atención: ¿de qué debo despojarme para entrar en una mayor intimidad con Aquel que es el único Bien deseable? ¿Cómo voy a seguir hoy a Cristo, humilde y pobre?



 ¡Santa Clara sabía que sólo Dios es la verdadera riqueza, y la Fuente de vida, desde el mundo terrenal hasta más allá de la muerte, la vida eterna!


 

Porque Santa Clara amaba a Cristo, lo siguió en su pobreza y humildad, en su existencia llena de amor al Padre y a los hombres, en el trabajo y en el sufrimiento. .

 

 


¡Agradezcamos a Santa Clara por recordarnos que el desprendimiento de las cosas terrenales nos hace ricos de Cristo y de los bienes del Reino Celestial !



 

 

Oración de la comunidad

Oración a Santa Clara de Asís

Gloriosa Santa Clara de Asís, por aquella fe inquebrantable que te hizo servirte de las cosas terrenas buscando las del cielo, por aquella esperanza firme con que venciste todas las dificultades que se oponían a tu santificación, por aquella caridad pura y ardiente que te movió en todo los momentos de la vida, yo te suplico con humilde confianza que intercedas ante Dios y me obtengas su favor en lo que te pido (hágase la petición) y esperanza firme y caridad ardiente para con Dios y el prójimo. Padre nuestro, Ave María y Gloria. Amén.

¡Gracias! 188 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Con Santa Clara avanzo en mi camino con alegría

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