Séptimo día: La interioridad

La interioridad, camino de vida espiritual.

 

« Vuelve a tu corazón »

 

«  Vuelve a tu corazón, y desde él asciende hasta Dios. Si vuelves a tu corazón, vuelves a Dios desde un lugar cercano. (…) Te sientes movido por las cosas que están fuera de ti y te pierdes. » (Sermón 311,13).

Todo el movimiento de la búsqueda de Dios parece resumido en estas pocas líneas.

En un mundo marcado por las múltiples turbulencias y por ruidos estrepitosos, la vía agustiniana nos invita a empezar con el silencio.

Pero no un silencio refugio o lleno de angustias sino un silencio relleno y poblado, sensible a la suave brisa, a ese soplo tenue que pasa por nuestras existencias.

A menudo nos preguntamos cómo Agustín: “¿dónde encontrar a Dios?”

Estamos buscando fuera mientras que tendríamos que profundizar por dentro. Estos primeros pasos pueden resultar difíciles.

Como el joven ambicioso de Cartago, vivimos de fuga en fuga, aprovechando los demás e inatentos a nosotros mismos. La vida verdadera no radica en disfrutar de bienes o de personas.

Es allí donde nos reunimos con una voz interior. “ (Sermón 53, 15). La espera puede demorarse, hasta puede durar una gran parte de la vida.

La sabiduría no se deja encontrar con facilidad. Agustín tuvo que aprender a escuchar a su manera. Así fue como resonó en él ese llamado que le hizo reorientarse hacia Dios: “Amad estas riquezas y estaréis llenos al instante. Si el corazón está abierto, aparece la fuente de donde manan. La llave de la fe abre el corazón; abre y limpia el lugar en que poner las riquezas. Que no te parezca estrecho: cuando entren tus riquezas, tu Dios, él lo dilatará.” (Sermón 177,4).

Continuará…

 

 Oración para volver a nuestro corazón:

“Agustín encontró a Cristo encontrando de nuevo el camino de su corazón.

A veces nos sentimos un poco perdidos en nuestro mundo de ruido y agitación. Pero esa agitación puede ser también una fuga de nosotros mismos.

Señor Dios Nuestro, danos la gracia de no temer a nuestro corazón, danos la gracia de presentarnos delante de Ti en verdad y de descubrirte actuando en nuestra vida.

Por Jesús, el Cristo, nuestro Señor.

“Vuelve, pues, conmigo a la faz del corazón. Esta tienes que preparar. Dentro está aquel al que habla Dios.”

Oración de la comunidad

Oración a San Agustín

Oración a San Agustín, escrita por San Juan Pablo II Oh gran Agustín, nuestro padre y maestro!, conocedor de los luminosos caminos de Dios, y también de las tortuosas sendas de los hombres, admiramos las maravillas que la gracia divina obró en ti, convirtiéndote en testigo apasionado de la verdad y del bien, al servicio de los hermanos. Al inicio de un nuevo milenio, marcado por la cruz de Cristo, enséñanos a leer la historia a la luz de la Providencia divina, que guía los acontecimientos hacia el encuentro definitivo con el Padre. Oriéntanos hacia metas de paz, alimentando en nuestro corazón tu mismo anhelo por aquellos valores sobre los que es posible construir, con la fuerza que viene de Dios, la "ciudad" a medida del hombre. La profunda doctrina que con estudio amoroso y paciente sacaste de los manantiales siempre vivos de la Escritura ilumine a los que hoy sufren la tentación de espejismos alienantes. Obtén para ellos la valentía de emprender el camino hacia el "hombre interior", en el que los espera el único que puede dar paz a nuestro corazón inquieto. Muchos de nuestros contemporáneos parecen haber perdido la esperanza de poder encontrar, entre las numerosas ideologías opuestas, la verdad, de la que, a pesar de todo, sienten una profunda nostalgia en lo más íntimo de su ser. Enséñales a no dejar nunca de buscarla con la certeza de que, al final, su esfuerzo obtendrá como premio el encuentro, que los saciará, con la Verdad suprema, fuente de toda verdad creada. Por último, ¡oh san Agustín!, transmítenos también a nosotros una chispa de aquel ardiente amor a la Iglesia, la Catholica madre de los santos, que sostuvo y animó los trabajos de tu largo ministerio. Haz que, caminando juntos bajo la guía de los pastores legítimos, lleguemos a la gloria de la patria celestial donde, con todos los bienaventurados, podremos unirnos al cántico nuevo del aleluya sin fin. Amén.

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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