Segundo día: La Visitación.

Oración para todos los días

Señor Dios, rey omnipotente; en tus manos están puestas todas las cosas. Si quieres salvar a tu pueblo nadie puede resistir a tu voluntad, Tú hiciste el cielo y la tierra y todo cuanto en ellos se contiene, Tú eres el dueño de todas las cosas. ¿Quién podrá resistir a tu majestad?

Señor, Dios de nuestros padres: ten misericordia de pueblo porque los enemigos del alma quieren perdernos y las dificultades que se nos presentan son muy grandes.

Tú has dicho: “Pedid y se os dará. El que pide recibe. Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá. Pero pedid con fe.”

Escucha pues nuestras oraciones. Perdona nuestras culpas. Aleja de nosotros los castigos que merecemos y haz que nuestro llanto se convierta en alegría, para que viviendo alabemos tu santo nombre y continuemos alabándolo eternamente en el cielo.

¡Amén!

 

Oración a la Santísima Virgen

Acuérdate, ¡oh, piadosísima Virgen María!  que jamás se ha oído decir que alguno de cuantos han acudido a tu protección e implorado tu socorro, haya sido abandonado de Ti.     

Animados por esta confianza acudimos a ti, y aunque agobiados bajo el peso de nuestros pecados nos atrevemos a implorar tu favor, pues eres Abogada de los pecadores y Auxilio de los cristianos. No deseches, ¡oh, Madre de Dios! nuestras humildes súplicas, mas bien, alcánzanos el perdón de nuestros pecados, luz y acierto para hacer una buena confesión de todos ellos, virtud para conservar siempre la gracia de Dios y con tu auxilio conseguir nuestra eterna salvación.

Y, si conviene para el bien de nuestras almas, te pedimos los siguientes favores (cada uno pida las gracias que desea) y deseamos, que en todo se cumpla la voluntad de Dios. ¡Amén!

 

Gozos para todos los días

¡Oh, Divino Niño! mi Dios y Señor, tu serás el dueño de mi corazón.

Niño amable del mi vida, Consuelo de los cristianos.

La gracia que necesito pongo en tus divinas manos.

¡Oh, Divino Niño! mi Dios y Señor, tu serás el dueño de mi corazón.

Tú que sabes mis pesares, pues todos te los confió.

Da paz a los turbados, y alivio al corazón mío.

¡Oh, Divino Niño! mi Dios y Señor, tú serás el dueño de mi corazón.

Y aunque tu amor no merezco, no recurriré a ti en vano,

Pues eres Hijo de Dios, y consuelo del cristiano,

¡Oh, Divino Niño! Acuérdate, ¡oh, Niño Santo!

que jamás se oyó decir que alguno te haya implorado sin tu Auxilio recibir.

¡Oh, Divino Niño! Por eso con fe y confianza, humildes y arrepentidos.

Llenos de amor y confianza, tu protección te pedimos.

¡Oh, Divino Niño! mi Dios y Señor, tu serás el dueño de mi corazón. 

¡Amén!

 

Día Segundo: La Visitación

También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios». (...)

En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas Isabel oyó el saludo de María, el niño en su seno saltó de alegría, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor». María dijo entonces:

«Mi alma canta la grandeza del Señor, y mi espíritu se estremece de gozo en Dios mi salvador, porque Él miró con bondad la pequeñez de tu servidora. En adelante todas las generaciones me llamarán Bienaventurada, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡su Nombre es santo! Su misericordia se extiende de generación en generación sobre aquellos que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón. Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió a Israel su pueblo, acordándose de su Misericordia, como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abraham y de su descendencia para siempre.»

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa. – Lucas 1: 36-37 | 39-56

Ejemplo

La imagen del Niño Jesús 

En 1935 llega el Padre Juan del Rizzo a los terrenos del 20 de Julio, al sur de Bogotá, una región muy solitaria y abandonada en aquellos tiempos. Le habían prohibido utilizar la imagen del Divino Niño Jesús de Praga porque una asociación muy antigua reclamaba el derecho exclusivo para promocionar esa imagen.

El Padre Juan del Rizzo estaba convencido que a Dios le agrada mucho que honremos la infancia de Jesús, pues así lo ha demostrado con sus innumerables y maravillosos milagros. Si otros niños son tan inocentes y tan dignos de ser amados, ¿Cuánto más no lo será el Divino Niño Jesús?

Además siempre recordaba muy bien la promesa hecha por nuestro Señor a Santa Teresita del Niño Jesús: «Todo lo que quieras pedir, pídelo por los meritos de mi infancia y nada te será negado, si te conviene conseguirlo.» Así que no desistió de propagar la devoción al Divino Niño pero se propusó adquirir una nueva imagen. Se fue a un almacén de arte religioso llamado “Vaticano”, y encargo una imagen bien hermosa del Divino Niño. Le presentaron una imagen bellísima, pero detrás del Niño había una cruz. Dijo con su modo acostumbrado de chancear: «¿Tan chiquito y ya lo quiere crucificar? Quítenle esa cruz y me lo llevo.» Le quitaron la cruz y el Padre llevo la imagen para los terrenos solitarios, desérticos y abandonados del “20 de Julio”. Esta es una de las imágenes más hermosas y agradables que han hecho de nuestro Señor. Con los brazos abiertos como queriendo recibir a todos. Con una sonrisa imborrable de eterna amistad. Atrae la atención y el cariño desde la primera vez que uno lo contempla.

Desde entonces empezaría una nueva era de milagros en esa región. Allí a su alrededor se han obrado maravillosos favores, que para quien no conozca los prodigios que obtiene la fe, parecerían fábulas o cuentos inventados por la imaginación, pero para quienes recuerdan la promesa de Jesús: «Según sea vuestra fe, así serán las cosas que te sucederán», estos favores son aceptados como el cumplimiento de la palabra dada por aquel que prometió solemnemente: «El cielo y la tierra pasaran, pero mis palabras no pasaran.» Y una de sus palabras han sido estas: «Nada es imposible para quien tiene fe.»

Práctica:

Por amor a Dios callaré cuando me ponga de mal humor, y ofreceré una oración por los que me han ofendido.

 

Oración al Divino Niño Jesús

Acuérdate ¡oh, dulcísimo Niño Jesús! que has dicho:

“Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado.”

Si quieres agradarme, confia en mi. Si quieres agradarme más, confia más. Si quieres agradarme inmensamente, confia inmensamente en mi. Según sea tu fe, así serán las cosas que te sucederán.

Nada es imposible para quien tiene fe. Nosotros queremos confiar inmensamente en ti. Por los méritos de tu infancia ayúdanos a llevar una vida santa. Perdóna nuestras culpas, líbranos de los castigos que merecemos por nuestros pecados, y de todos los peligros para alma y cuerpo; concédenos aquellas gracias que mas estamos necesitando, y después de una vida llena de paz, de alegría y de buenas obras, llévanos a la gloria del paraíso, donde con el Padre, y el Espíritu Santo, vives y reinas por los siglos de los siglos. ¡Amén!

Jesús, José y María, bendigan nuestros hogares.

Jesús, José y María, librennos de todo mal.

Jesús, José y María, salven nuestras almas. ¡Amén! ¡Aleluya!

Jesús manso y humilde de corazón, haz nuestro corazón semejante al tuyo.

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Amén!

 

 

Oración de la comunidad

Un Minuto con el Divino Niño Jesús

¡Bendíceme Divino Niño Jesús! y ruega por mí sin cesar. Aleja de mí, hoy y siempre, el pecado. Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí. Si cien veces caigo, cien veces levántame. Si yo te olvido, tú no te olvides de mí. Si me dejas, Divino Niño, ¿Qué será de mi? En los peligros del mundo, asísteme. Quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero que mi vida te haga sonreir. Mírame con compasión, ¡No me dejes, Jesús mio! Y, al final, sal a recibirme y llévame junto a ti. Tu bendición me acompañe hoy y siempre. ¡Amén! ¡Aleluya!

¡Gracias! 106 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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Novena al Divino Niño Jesús

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