La filiación divina

El bautismo confiere el don de la filiación divina. Éste restaura al hombre en la condición de amistad con Dios borrando el pecado original del alma, aunque las secuelas subsisten en la naturaleza humana,  sobre todo la inclinación al mal. Dios realiza un nuevo nacimiento en el alma, haciendo del hombre su hijo adoptivo y  comunicándole su propia vida.

El bautizado es hijo de Dios en el Hijo, Jesucristo, porque es  Él quien, al aceptar morir en la cruz, ha liberado a los hombres “ de la esclavitud de la corrupción, es decir, del pecado. Para poder así obtener la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8, 21). "Padre, me decía ese gallardo estudiante de la Universidad Central (...) pensando en lo que usted me dijo... ¡pensando que soy el hijo de Dios!  Yo me di cuenta, yendo por la calle, de que estaba con más orgullo porfuera y estaba lleno de orgullo por dentro... ¡Hijo de Dios!” yo le aconsejé, con toda conciencia, cultivar ese “orgullo” (Camino n° 274). El espíritu del Opus Dei es un optimismo radical fundado sobre la confianza en Dios, tanto en los buenos como en los malos días.

 

Oremos con San Josemaría Escrivá de Balaguer

(en Salvador Bernal, Monseñor Escrivá de Balaguer, Retrato del fundador del Opus Dei)

Adoro al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo, Dios único. No comprendo esta maravilla de la Trinidad, pero Tú has puesto en mi alma la sed y el hambre de creer. ¡Creo! Quiero creer tanto como el que más cree. ¡Espero! Quiero esperar tanto como el que más espera.

¡ Amo! Quiero amar como el que más ama. Tú eres aquél que es: la Suprema Bondad. Yo Soy el que soy: el último paño sucio de este mundo corrupto. Sin embargo, Tú me miras, Tú me buscas... y Tú me amas. Que mis hijos Señor, te miren y te busquen, y te amen. Señor, que yo te busque, que yo te mire, ¡que yo te ame!