Día 3: N. Sra. del Perpetuo Socorro camino seguro al obtener tesoros celestiales
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Virgen Santísima, Socorro Perpetuo! de las almas que se acogen a tu amor maternal: dignate pedir por mí a Tu Santísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, para que le sean agradables todos mis pensamientos, palabras y acciones de toda mi vida.
Acepta, ¡Oh tierna madre mía! este pequeño obsequio que te ofrezco en esta Novena, y concedeme las gracias que en ella te pido, si conviene para gloria de Tu Hijo, honra tuya y bien de mi alma. ¡Amén!
DÍA TERCERO - 21 de junio
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro es un camino seguro para obtener los tesoros celestiales.
Consideremos cada una de las palabras de esta advocación: Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
- María es Nuestra: nuestra, por ser Madre del Redentor de los hombres, Abogada de los pecadores, Madre de Misericordia y Corredentora; y sobre todo, por su maravillosa ternura de Madre.
- María es Señora es decir, Madre de Dios, Reina poderosa del cielo y de la tierra.
- Maria es nuestro Socorro, porque con su auxilio nos libra de la mayor de las desgracias de esta vida: el pecado. María vela por nosotros, nos quita las ocasiones y disminuye la vehemencia de las tentaciones.
- Por ultimo, María es nuestro socorro Perpetuo, porque nos socorre a todas horas y en todos los instantes. Es nuestro socorro en el momento oportuno, en el formidable trance de la muerte y en medio de las llamas del Purgatorio. María conserva en nosotros sus hijos, la gracia santificante y el Amor de Dios, María suaviza nuestras penas temporales y espirituales y nos apoya cuando perseveramos.
Meditemos recitando:
- tres (3) « Avemarías » en honor de la Virgen
- dos (2) « Glorias » en honor de San Alfonso Maria de Ligorio
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ¡ruega por mí!
Adorado San Alfonso, inspírame el recurrir a Maria ¡en todas mis necesidades!
Oración Final
Heme aquí, ¡oh, Madre mía! Soy un alma desafortunada que por la miserable tibieza en que he vivido desde hace tantos años merece ser abandonada de tu hijo y de ti misma. Gracias a tu intersección tu hijo me irradia una nueva luz y se comunica conmigo a través de tu dulce voz que me invita a servirle con fervor. ¡Todo esto es una clara señal que tu nunca me abandonas!
¡Oh, Madre de toda bondad! no amo a Jesús ni le tengo tanto fervor como debería ser; sin embargo yo quiero estar siempre con Él. Ayúdame a aumentar mi fervor; a rechazar totalmente el odio, y el pecado venial. Ruega por mi sin cesar, para que yo pueda llegar al cielo, donde estaré a salvo del peligro de extraviarme y con mi confianza puesta en Ti, Madre del Perpetuo Socorro, adorando siempre a Dios por toda la eternidad.
¡Tu todo lo ves de inmediato! No hay persona alguna, sea quién sea y cualquiera que sea la dificultad en que este, que tenga razón para desalentarse: confiando en Ti Nuestra Señora del Perpetuo Socorro encontramos una madre llena de bondad que nos rescata de la miseria. Tu nos socorrerás continuamente hasta el día que estemos a tu lado en el cielo.
Bendito el Señor que en su infinita misericordia nos ha dado a Su Santa Madre como refugio, ayuda segura y oportuna en toda aflicción. Bendita sea María, Perpetuo Socorro en este valle de lágrimas para nosotros lo desterrados hijos de Eva.
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! no permitas que mi alma sea tibia, y si por desgracia sigo en mi tibieza, ayúdame a salir de ese estado lo más pronto posible.
¡Oh, Madre del Perpetuo Socorro! qué consuelo, qué dulzura siente mi alma al pronunciar tu nombre. Tu nombre es tan dulce como la miel y más armonioso que la más dulce melodía; escuchar tu nombre revive mi corazón con la más santa y pura alegría.
Transmíteme ¡oh, Madre del Perpetuo Socorro! confianza ilimitada en tu infinita y poderosa bondad. ¡Amén!
Acción concreta: Oremos ppor los jóvenes de cada rincón del planeta para que abran sus corazones al misterio de la fe, a pesar de la presión social que pueden experimentar en sus comunidades.
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Que vos paroles soient toujours bienveillantes, qu’elles ne manquent pas de sel, vous saurez ainsi répondre à chacun comme il faut. Col 4 : 6