Tercer domingo

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Iniciamos este tercer domingo con la señal de la cruz:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Ofrecimiento

Glorioso Patriarca San José, eficaz consuelo de los afligidos y seguro refugio de los moribundos; dignaos aceptar el obsequio de este ejercicio que voy a rezar en memoria de vuestros siete dolores y gozos. Y así como en vuestra feliz muerte, Jesucristo y Su Madre María os asistieron y consolaron tan amorosamente, así también Vos, asistidme en aquel trance, para que, no faltando yo a la fe, a la esperanza y a la caridad, me haga digno, por los méritos de la sangre de Nuestro Señor Jesucristo y vuestro patrocinio, de la consecución de la vida eterna, y por tanto de vuestra compañía en el Cielo. Amén 🙏


Tercer dolor: ver la sangre derramada en la circuncisión del Niño.

Tercer gozo: ponerle el nombre a Jesús.

Virtud: entereza.

Meditación

Había pasado toda la noche con él en brazos, era tan pequeño…

Ya amanecía y María se había despertado para dar de comer al Niño. Lo dejó suavemente en su regazo. Vendrían en cualquier momento y tenía aún cosas que preparar. Ya había dispuesto las mantas, y colocado las vendas limpias. Había terminado los asientos apenas unos días antes. No fue fácil cortar la madera. La sierra estaba muy afilada pero la madera se retorcía si no la sujetaba bien. Pero sabía cómo hacerlo para no dañar la madera y terminar pronto.

Volvió a mirar al Niño, era tan pequeño…

Hubiera querido ser él. Había pulido la piedra durante horas para que no quedara ninguna esquirla, nada que pudiera rozar. Y el cuchillo estaba afilado.

El dolor le atenazaba el pecho, pero continuó adelante. Cuando llegaron los sacerdotes les abrazó y les entretuvo un poco charlando alegremente. a relajados, saludaron a María y bendijeron al Niño. Iniciaron los cantos, se sentaron, cogieron el cuchillo y miraron a José. Y él con una fuerza interior extraordinaria, se volvió a María y, acariciando sus manos, tomó al Niño y lo tendió sobre la piedra.

Y mientras le susurraba dulcemente al oído le sujetó con firmeza las piernas. Y el corte se hizo sin que nadie advirtiera que la herida más lacerante era la de su corazón. ¿Cómo, Dios mío, podría cerrarla? ¿Quién sanaría su corazón?

Y Dios que le había visto luchar, le concedió el más alto honor que nunca se ha dado a un hombre, pues en ese mismo instante escuchó la pregunta. Sólo María y él conocían la respuesta, pero nunca la habían pronunciado, pues eso mandaba la tradición.

Abrazó al Niño mientras su alma retumbaba en su interior; y mirándole con inmensa alegría a los ojos dijo: ¡Jesús, te llamas Jesús!


🙌🏻 Yo quiero la entereza de San José, esa que sabe sobreponerse al dolor y atender a todos sin descuidar nada, ocultando las heridas entre susurros y caricias. Quizás así el Señor sane mi corazón al oírme pronunciar su nombre.

 

San José, Padre y Señor, ruega por nosotros. 


Finaliza este tercer domingo haciendo la oración del botón "oro" de esta publicación, acompañada de un Avemaría y un Gloria.

Oración de la comunidad

Padre nuestro

Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.

¡Gracias! 443 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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