Ausencias y presencias

Queridos amigos:

Durante el confinamiento en esta pandemia y aunque no estemos confinados del todo, cuántas cosas, que antes dábamos por supuestas, echamos ahora de menos ¿verdad?

Y en la época más dura cuando no podíamos recibir los sacramentos o acudir a las iglesias nos dimos cuenta de que también dábamos por supuestos muchos dones que tenemos. Y por ejemplo pudimos comprender bien a aquellos que viven en sitios donde no tienen sacerdotes y no pueden recibir la comunión, o a los cristianos que son perseguidos.

Y es que no hay nada como carecer de algo para empezar a valorarlo. Eso nos pasa a todos, es muy humano. El ser humano es como un eterno insatisfecho. Por eso lo mejor es empezar el día dando gracias por todo lo que tenemos, simplemente por haber despertado, y luego por todo lo demás.

Una vez, en un momento que lo estaba pasando muy mal,  un sacerdote me dijo que pusiera en una hoja todo lo bueno que tenía o que me había pasado en la vida. Y yo la verdad es que estaba tan mal y con sentimientos tan negativos que no quería hacerlo. Y luego me puse delante de la hoja en blanco y al principio no escribí nada, pero luego me animé y me empezaron a venir a borbotones miles de cosas, y al final necesité varias hojas. ¡Os animó a realizar este ejercicio, sobre todo cuando peor estéis!

Pero esto viene a cuenta de que algo parecido pasa en nuestra relación con Dios. Esa relación que es una relación de Amor y así la podemos entender y vivir, es una relación de ausencias y presencias.

En una relación amorosa al amante le gusta ser deseado por el amado. En este caso a Dios también le complace que le deseemos y le busquemos, aunque su fin primordial es que nos dejemos amar. Y se aprovecha de ese motor que es el deseo que nos mueve a salir de todas las cosas y buscarle a Él. Y en esa búsqueda, al irnos despojando de todo lo que nos llena y no nos sacia, le dejamos vía libre para que nos llene de su Amor.

Así lo explica San Juan de la Cruz:

“En lo que dice luego: “Y me dejaste con gemido”, es de notar que la ausencia del Amado causa continuo gemir en el amante, porque, como fuera de él nada ama, en nada descansa ni recibe alivio. De donde, en esto se conocerá el que de veras a Dios ama, si con ninguna cosa menos que él se contenta. Mas ¿qué digo se contenta? Pues, aunque todas juntas las posea, no estará contento, antes cuantas más tuviere estará menos satisfecho; porque la satisfacción del corazón no se halla en la posesión de las cosas, sino en la desnudez de todas ellas y pobreza de espíritu. Que, por consentir en ésta la perfección de amor en que se posee Dios con muy conjunta y particular gracia, vive el alma en esta vida, cuando ha llegado a ella, con alguna satisfacción, aunque no con hartura, pues que David (Sal. 16,15), con toda su perfección la esperaba en el cielo, diciendo: “Cuando pareciere tu gloria, me hartaré”.  Y así no le basta la paz y tranquilidad y satisfacción de corazón a que puede llegar el alma en esta vida, para que deje de tener dentro de sí gemido, aunque pacífico y no penoso, en la esperanza de lo que falta. Porque el gemido es anejo a la esperanza; como el que decía el Apóstol (Rm. 8,23) que tenían él y los demás, aunque perfectos, diciendo: “Nosotros mismos gemimos esperando la adopción de hijos de Dios”. Este gemido, pues, tiene aquí el alma dentro de sí en el corazón enamorado; porque donde hiere el amor, allí está el gemido de la herida clamando siempre en el sentimiento de la ausencia, mayormente cuando habiendo ella gustado alguna dulce y sabrosa comunicación del Esposo, ausentándose, se quedó sola y seca de repente.”  Cántico Espiritual. Canción 1 punto 14.

Esta semana no quiero vivir la ausencia de vuestros comentarios, prefiero la presencia. Fuera de broma, me gustaría que compartierais como vivís vosotros esos momentos de ausencia y presencia. Esos momentos en que sentís tanto su Amor y esos que solo tenéis sequedad. Sería muy interesante que participaras. ¿Estás ahora en un momento de presencia o de ausencia?

¡Hasta la próxima semana queridos amigos! 

Oración de la comunidad

Jesús tu nombre me sana

Jesús, repito tu dulce Nombre, tranquilamente, empiezo a descansar en Ti, confío en Ti. Jesús, Tu sabes que estoy lleno de preocupaciones. Respiro suavemente , repito tu dulce Nombre y pongo todo el peso de mis ansiedades en tu hombro divino. Y ahora apoyo mi rostro en tu regazo y me dejo acariciar por tu mano dulce que me da tanta seguridad. Oigo tu voz suave que me dice que nada tema que Tú estás aquí conmigo. Jesús, Jesús, Jesús...

¡Gracias! 242 personas oraron

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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6

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