La adoración es prolongación de la eucaristía
La adoración es prolongación de la eucaristía. La participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo “nos va transformando en Él y nos compromete a vivir la comunión entre los hombres, trabajando por la construcción de la justicia y la fraternidad”.
La adoración es parte integrante de la eucaristía:
- en la consagración, en tanto reconocimiento reverente de la presencia divina; y
- en la comunión. “Comer” nos indica un proceso espiritual que abarca toda la realidad humana. Comerlo significa adorarlo. Comerlo significa dejar que el Señor entre en mí de modo que mi yo sea transformado y se abra al gran nosotros, de manera que lleguemos a ser uno solo con Él. La comunión con Cristo, que se nos da en la hostia, es un encuentro con el Hijo de Dios y por eso comulgar no puede ser sino “adorar”, reconocer quién es Dios y quien soy yo en referencia a Él. Solo podemos recibirlo adorando, es decir, abriendo nuestra existencia a su presencia, acogiéndolo para que el Señor sea la fuerza de nuestra vida. San Agustín, que ha escuchado al Señor en la eucaristía, lo describe así: “Este es un alimento distinto, tú no debes asimilarme a mí, sino que debes ser asimilado por mí”. Por eso, comulgar es adorar. La adoración es la profundidad de la comunión, y solo adorando entramos verdaderamente en comunión con Cristo.
Oración de santa Teresa de Lisieux
«Al amor de los amores Jesús Sacramentado»
Sagrario del Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado.
Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mí. Que te amé yo siempre, como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana.
Déjame reclinar mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir contigo, porque eres vida y amor.
Por solo tus amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote, morir. Amén.
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"Que sus conversaciones sean siempre agradables y oportunas, a fin de que sepan responder a cada uno como es debido". Colosenses 4:6