Nueve días con San José

El Señor le confió a San José sus más preciados tesoros: Jesús y María. A través de esta novena le pediremos su intercesión por un favor o gracia especial.

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Programa de la Novena

En este tiempo cuaresmal, la Iglesia abre un espacio para celebrar la solemnidad de San José, esposo de la Virgen María, que, en el temor del Señor, supo acoger el misterio que le fue confiado. Durante estos 9 días meditaremos sobre estos aspectos de la vida de San José, acompañados de un texto bíblico que nos ayudará a profundizar sobre aquella virtud o gracia de San José que debemos imitar:

Día 1: Amor de San José al prójimo (Mt 22, 37-40).
Día 2: Fervor de San José (Mt 1, 19-20. 24).
Día 3: Prudencia de San José (Lc 2, 1-7).
Día 4: Fortaleza de San José (Mt 2, 13-15).
Día 5: Paciencia de San José (Mt 2, 19-23).
Día 6: Pobreza de San José (2 Co 8, 7-9).
Día 7: Mansedumbre de San José (Lc 2, 46-50).
Día 8: Silencio y pureza de San José (Lc 2, 51-52).
Día 9: Conformidad de San José con la Voluntad de Dios (Lc 10, 21-22).

Durante esta novena:
Confía tus intenciones a San José y reza por las intenciones depositadas en esta página dedicada.

San José, un modelo para los cristianos

La vida interior consiste en la participación del alma, es decir, de las facultades interiores, espirituales del hombre, en los asuntos exteriores, pero con un motivo superior, sobrenatural, que la hace aspirar siempre a Dios. Es la vida de un hombre de Dios, para Dios y en Dios. Entremos en el camino de la vida interior bajo la guía de San José, practicándola con fidelidad, con una atención serena a nuestro avance interior, con una renovación perseverante de la buena intención en todas nuestras acciones, con la práctica de la oración y docilidad a las inspiraciones interiores de Dios.


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Oración de la novena

Oración final diaria

¡Acuérdate, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío San José que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado tu protección e implorado tu auxilio, haya quedado sin consuelo! Animado con esta confianza, vengo a tu presencia y me recomiendo fervorosamente a tu bondad. No desatiendas mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acógelas propicio y dígnate socorrerme con piedad. Amén.