Comentario del Evangelio Dominical Heraldos del Evangelio

Inscríbete en nuestra comunidad. Todos los jueves recibirás los comentarios del Evangelio dominical a través del carisma de los Heraldos del Evangelio.

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Los Heraldos del Evangelio son una Asociación Internacional de Fieles de Derecho Pontificio fundada por Mons. Juan Clá Dias, la primera a ser erigida por la Santa Sede en el tercer milenio, acontecimiento que se realizó por ocasión de la fiesta litúrgica de la Cátedra de San Pedro el 22 de febrero de 2001.

Espiritualidad


Los Heraldos tienen su espiritualidad cimentada en tres puntos esenciales: la Eucaristía, María y el Papa, como está definido en sus estatutos.


Carisma

El carisma de los Heraldos los lleva a procurar actuar con perfección en busca de la pulcritud en todos los actos de la vida diaria, incluso estando en la intimidad, lo que está expresado en el sublime mandato de Nuestro Señor Jesucristo: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto” (Mt.5,48 pulcritud).


Concretamente: Inscríbete en nuestra comunidad. Todos los jueves recibirás los comentarios del Evangelio dominical a través del carisma de los Heraldos del Evangelio de la pluma de nuestro fundador, Monseñor Juan Clá Díaz.

Oración de la comunidad

Oracio de la Restauración

Hay momentos, Madre mía, en que mi alma se siente, en lo que tiene de más profundo, tocada por una nostalgia inexpresable. Tengo nostalgia de la época en la que yo Os amaba y Vos me amabais en la atmósfera primaveral de mi vida espiritual. Tengo nostalgia de Vos, Señora, y del paraíso que ponía en mí la gran comunicación que yo tenía con Vos. ¿No tenéis también Vos nostalgia de ese tiempo? ¿No tenéis añoranzas de la bondad que había en aquel hijo que yo fui? Venid, pues, ¡Oh! la mejor de todas las Madres, y por amor a lo que florecía en mí, restauradme. Recomponed en mí el amor a Vos y haced de mí aquel hijo sin mancha que yo habría sido, si no fuese por tanta miseria. Dadme un corazón arrepentido y humillado, y haced lucir nuevamente ante mis ojos, aquello que con el esplendor de vuestra gracia, yo comenzara a amar tanto y tanto. Acordaos, Señora, de este David y de toda la dulzura que en él pusisteis. Así sea.